El barón Louis fue un famoso ministro de hacienda de Francia en el siglo XIX. Una especie de Esteban Jaramillo de su época. Un buen día presentó el presupuesto anual ante la asamblea nacional, y un diputado le dijo: ministro es el presupuesto más abultado que nunca habíamos estudiado. A lo cual Louis le respondió: tiene razón, pero mire bien este presupuesto. Usted está muy joven y seguramente estará muchos años en estos bancos parlamentarios. Nunca volverá a ver un presupuesto tan pequeño como este.
La anécdota me viene a la memoria ahora que las comisiones económicas del congreso han aprobado el presupuesto para la vigencia del 2022 por un monto de $ 350 billones. El ministro de hacienda ha dicho que es el más grande “de la historia”. Y es cierto; pero nunca volveremos a ver uno tan pequeño en los años venideros. Los presupuestos siempre crecen en cifras absolutos de un año a otro.
Lo que es importante analizar en las leyes de presupuesto no es tanto sus valores absolutos sino: ¿cómo están financiados? ¿qué tanto con deuda y cuanto con ingresos tributarios? ¿Cuáles de las partidas aprobadas van a gastos de funcionamiento y cuales a inversión? ¿De qué magnitud es el déficit que entraña cada presupuesto? Esas son las preguntas fundamentales para juzgar la bondad de la ley anual de gastos y apropiaciones.
Ahora bien: el comité directivo de la “regla fiscal”- que tuvo su primera reunión ya reconstituido la semana pasada- informó que para completar el ajuste fiscal que se necesita para disminuir los índices de endeudamiento que se han disparado con la pandemia, el país necesita un ajuste adicional al que acaba de hacerse con la ley 2155 de 2021, por lo menos de $ 6 billones. Es decir, como el mismo gobierno ya lo había anticipado con la última reforma tributaria logramos apenas 2/3 del ajuste que se necesita, pero queda pendiente 1/3. Tarea que queda para el próximo gobierno que se tendrá que inaugurar con una nueva reforma tributaria.
¿Qué opinan los muchos candidatos que están en la palestra sobre el contenido de la reforma tributaria que ineludiblemente le corresponderá proponer e implementar al vencedor en próximas elecciones? Hasta el momento reina un silencio sepulcral: ¿Subirán las tarifas de las altas rentas y de las pensiones? ¿Proponen algo sobre el impuesto al patrimonio o sobre los dividendos? ¿Cuáles de las recomendaciones de la comisión de expertos en privilegios tributarios que este gobierno convocó, pero cuyas recomendaciones ignoró olímpicamente, van a acoger? ¿Cuál es la propuesta para los descaecidos fiscos de departamentos y municipios?
El parteaguas entre las propuestas populistas y los programas serios entre los cuales deberá escoger Colombia en menos de un año se va a marcar con las propuestas fiscales y tributarias. Los populistas propondrán más gasto, menos ajuste fiscal, probablemente menos impuestos y más endeudamiento; las propuestas de los candidatos responsables en recuperar la viabilidad fiscal del país ofrecerán más impuestos progresivos y más gasto público que privilegie lo social con equidad.
La pandemia nos deja un desbarajuste social inmenso: más pobreza, alto desempleo, y una creciente marginalidad. Para recuperarnos Colombia requerirá del próximo gobierno una política fiscal que termine el ajuste aún incompleto dentro de un marco de gasto público con énfasis en lo social. Para que el voto ciudadano sea inteligente tendrá que analizar con lupa qué proponen los candidatos sobre el tema fiscal. Asunto que no por ser delicado puede ser eludido por los candidatos.