RAFAEL NIETO NAVIA | El Nuevo Siglo
Martes, 23 de Septiembre de 2014

Apuntes sobre la reforma (II)

 

Después  de una fracasada reforma a la justicia llena de orangutanes ¿se puede confiar en el Congreso para que aborde con honestidad la nueva propuesta? La mayoría de los parlamentarios siguen siendo los mismos con las mismas. Los congresistas están aprovechando para introducir sus propios proyectos como el del voto obligatorio cuyo principal beneficio, según dijo el proponente, es que acaba con el abstencionismo. Descubrió que el agua moja. El voto es un derecho y no un deber. El no votar es una expresión de la voluntad popular. Nos dan como  ejemplo a la Argentina, Bolivia, Ecuador y Venezuela. ¿Por qué no nos mencionan a Estados Unidos, Francia, Alemania, Suiza, Reino Unido o Italia, que no lo tienen? Quieren disminuir los ya menguados derechos del elector.

Como parte de los compromisos del Gobierno con los parlamentarios, aparece suprimir la inhabilidad para ser designados funcionarios públicos como ministro o embajador, previa renuncia a su curul. Cuando no existía restricción para que fueran nombrados embajadores, Turbay nombró como “embajador-cónsul” (sic) a un parlamentario en Nueva York. La verdad es que han sido elegidos por el pueblo para representarlo en el Congreso y, si no sirven para eso, menos para cargos públicos. Seguro que, al discutir este punto, se va a buscar quitar la renuncia obligatoria a la curul.

Se propone dividir la elección del Senado para darles a los caciques la posibilidad de ser elegidos en sus regiones, con el argumento de que hay departamentos que no tienen senadores. Se olvida que sí tienen representantes y que el Senado es circunscripción “nacional”.

Eliminar el voto preferente, que es el derecho del elector a escoger el candidato de su preferencia, es regresar a la nefanda época del bolígrafo y la prueba es que el argumento para esta reforma es el de “fortalecer los partidos”. Esto unido al voto obligatorio…

Nada se dice, en cambio, del tamaño y la eficacia del Congreso que tiene 268 parlamentarios, con un costo mensual cada uno de 24 millones, más primas, pasajes, vehículos etc. y una oficina con empleados hasta por 31 millones, lo que da, grosso modo, 55 millones por cabeza, 15 mil millones al mes o 180 mil millones al año. Se podría reducir a la mitad y el país ahorraría 90 mil millones que servirían para enjugar el déficit del presupuesto. Y no se pierde nada. De paso, lo mismo vale para Asambleas y Concejos.

Recordemos que el Consejo de Estado, con la protesta de Juan Fernando Cristo, quitó a los congresistas unas primas por casi 8 millones por mes que consideró ilegales, pero el presidente Santos las volvió a conceder por decreto, con la protesta del país.

 

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Coda uno. Al sagrado recinto donde se hacen las leyes, los legisladores deberían ir bañados, peluqueados, afeitados y con corbata.

Coda dos. Al comentar el debate de Cepeda contra Uribe, el diario oficial del Gobierno habló de dos “pesos pesados” del Congreso. Cepeda es un pesado pero ¿cuáles son sus méritos para ser llamado “peso pesado”?