Hoy todo cuán distinto
En 2002 el país que recibió Uribe estaba descuadernado. Los gobiernos anteriores habían sido incapaces de lidiar con terroristas y paramilitares y, menos aún, con narcotraficantes. Colombia era, ante la opinión internacional, un Estado fallido: 1.138.000 kms.2, cuarenta millones de habitantes y un Estado fallido. ¡Increíble! La violencia y el secuestro eran rampantes, las pescas milagrosas impedían a los ciudadanos salir de sus ciudades, los ataques a los pueblos mantenían aterrorizados a los campesinos y, por supuesto, la producción agrícola estaba por los suelos.
Como consecuencia, a los colombianos nos exigían visa hasta para salir a la esquina y cuando viajábamos siempre teníamos un incidente desagradable con quienes se sentían de mejor familia que nosotros: “¿Colombiano? ¿Trajiste alguito de marihuana?”. A mí un cretinazo me dijo en un restaurante en el que ordené una Coca-Cola: “Ah, ¿a usted le gusta la coca?”. Las noticias en los medios eran siempre injustas y exageradas sobre la violencia y la droga y los Estados advertían a sus ciudadanos que no viajaran a Colombia. Aún en los últimos años de Uribe los medios extranjeros nos tenían cierta cargadilla y publicaban refritos sobre el país.
La negociación de los TLC fue difícil porque siempre pendía sobre nosotros la espada de los derechos humanos. Como si fuéramos violadores profesionales. ¡Claro! Si los gobiernos llenaron de terroristas las embajadas ¿qué podía esperarse?
Para corregir esa situación Uribe tuvo que emplearse a fondo y golpear con la decisión y la contundencia que les faltó a los gobiernos anteriores a los terroristas y a los narcos. Como todo ser humano cometió errores (como haber avalado el pacto del Mindefensa Ospina y el Fiscal Iguarán para trasladar los casos de militares a la justicia ordinaria, desconocedora de las normas del DIH e infiltrada por los mamertos, que hoy tiene en la cárcel a más de mil soldados condenados con testigos falsos y que quizá ahora, con la reforma constitucional, empezará a enmendarse). Pero al final de su mandato entregó un país en el que, rememorando al maestro Echandía, se podía pescar de noche, con una economía y una inversión extrajera en puntos óptimos y una mejoría en la situación social de campesinos y estratos bajos de la sociedad.
Hace una semana la TV inglesa pasó un documental maravilloso sobre Colombia. Ni una sola mención a las épocas de mala recordación. Todo hermoso, como es nuestro país. Que, además, ahora se mira con respeto. Los gringos subieron la duración de las visas a diez años y la Unión Europea está estudiando quitarlas pero los medios no han destacado esto lo suficiente.
Algunos columnistas no reconocen esa gestión. Pero no importa: el pueblo ya no les cree como lo prueban las encuestas sobre popularidad del expresidente.
Coda. Buena la campaña para defender los monumentos. Pero se debe empezar por enseñar cívica e historia en los colegios. Y no olvidemos que los futuros profesores se “entrenan” rompiendo los vidrios de las estaciones de Transmilenio.