Corea, la crisis
Kim Jong-un (o Woon), es el heredero de la dinastía comunista que gobierna Norcorea desde 1948. No deja de ser un personaje misterioso como sus antecesores. En realidad no se sabe quién gobierna esa nación empobrecida donde millones han muerto de hambre, que se sostiene gracias a los auxilios de China y de la propia Corea del Sur. Norcorea tiene unos 24 millones de habitantes y un PIB per cápita de USD 504, similar al de los países más pobres del África. En comparación, el de Corea del Sur es de USD 22.424 y el de Haití de USD 726.
Este miserable país es fuerte productor de armas pesadas. Ha fabricado cohetes de mediano alcance que se disparan desde dispositivos móviles y pueden alcanzar al Japón, Guam y, posiblemente, Alaska. Cuenta con un ejército de más de un millón de soldados, uno de los más grandes del mundo.
La ONU trató, por todos los medios, sin éxito -como con Irán-, de impedirle la fabricación de armas atómicas. La última decisión del Consejo de Seguridad sobre sanciones se adoptó por unanimidad, incluidas China y Rusia, tradicionales amigos de Norcorea, que son vecinos y están obviamente muy preocupados por la situación.
Kim Jong-un se educó en Suiza pero eso no le sirvió para entender que el mundo actual no es para jugar con él y mucho menos con bombas atómicas. En razón de las sanciones del Consejo de Seguridad a principios de marzo, declaró, en flagrante violación del derecho internacional, que desconocía el armisticio que puso fin a la guerra de Corea en 1953. El 29 de marzo decretó “estado de guerra”, probablemente “estado de máxima alerta”. Luego, al tiempo que movía dispositivos lanzacohetes al sur, anunció a las embajadas que no podría garantizar su seguridad después del 10 de abril, todo lo cual produjo como reacción la visita a la península, por lo pronto solamente al sur, de bombarderos, submarinos, acorazados, cohetes antimisiles y portaviones gringos.
Sería terrible, por supuesto, que estallara una guerra y peor aún si es nuclear. Kim Jong-un debía saber que corre el riesgo de que lo borren de la faz del planeta, pero habrá producido miles de muertos y un daño ecológico enorme con sus bombas sucias, si es que las dejan llegar a sus destinos.
Los que creen que no hay razón para el oligopolio de armas atómicas, piensen en el riesgo que se corre con semejante poder en manos de un orate como este o el siniestro Ahmadinejad de Irán.
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Coda uno. La destitución de Asprilla le produce náuseas a Petro. A los demás bogotanos es la corrupción la que nos produce náuseas.
Coda dos. Por orden de Maduro, más de 20 Estados, incluida Colombia, se abstuvieron de asistir al discurso del presidente del Paraguay en la OEA. Fue una falta de respeto con ese país y una grosería. Colombia no ha debido ignorar los vínculos que la unen al Paraguay desde la guerra del Chaco.