RAFAEL DE BRIGARD, PBRO. | El Nuevo Siglo
Domingo, 16 de Septiembre de 2012

La caridad debe seguir

 

Les ha dado a las gentes importantes por decir que ellos promueven la responsabilidad social, pero que no hacen caridad, dando a entender que esta no es positiva. Se nota que no saben exactamente qué es la pobreza extrema.

La responsabilidad social es un bien relativamente nuevo en nuestra sociedad y en la mente de los más pudientes, cosa que nos alegra porque compartimos lo que tenemos a las buenas o alguien nos obligará de otra manera menos amable. Y, sin embargo, sigue quedando, siempre quedará, mucha gente a la que no le llegan los bienes y servicios que debe tener toda persona para vivir dignamente. Aun en las sociedades más ricas hay todavía amplios grupos de población muy marginada de los mínimos necesarios.

Hay que atender todos los frentes, incluyendo este llamado de la caridad. Ocupa como quien dice el último vagón del tren de la sociedad humana. Ahí viajan en pésimas condiciones las gentes extremadamente pobres, los ancianos olvidados de toda compasión, los enfermos cuyas enfermedades no son buen negocio para nadie, los que perdieron la razón, los esclavos de la droga, el alcohol y la calle. Pero el vagón se ha venido atiborrando de otros pasajeros: personas agobiadas por la soledad, niños y jóvenes que no ven a sus padres nunca, hombres y mujeres caídos en desgracia económica, desplazados, prisioneros, etc.

Es natural que este cuadro dantesco incomode a quienes manejan bellas teorías económicas y políticas, pero mientras haya seres cayendo al abismo, debe existir -y no debería ser atacada- la caridad.

Como sociedad hemos ido creciendo en la conciencia de que todos debemos poder vivir bien. Y hay muchos esfuerzos de todo orden para que eso vaya siendo cada vez más una realidad palpable. No obstante la pobreza extrema sigue subyugando a infinidad de personas y es ahí donde la humilde caridad se bate a brazo partido por los más débiles.

Ojalá no hubiera necesidad de practicar la caridad y que todos gozaran de abundancia y suficiencia. Pero lejos estamos de ese paraíso. Es una tontería criticar a quien hace algo por los demás, aunque sus acciones sean paliativas y momentáneas. Todo suma. Lo deseable, claro está, es que los que pueden resolver los problemas estructuralmente lo hagan, pero por algún motivo no se deciden del todo. Cada mendigo que se cruza en el camino es un mensaje de Dios: no todo está marchando bien. Tal vez hay analfabetismo espiritual.