Rayos y centellas sobre Francisco
Empiezan a salir de sus escondites quienes poco han simpatizado con el actual pontífice, el Papa Francisco. Han llegado a decir que es el anti-Cristo. Les molesta enormemente su preocupación por los pobres y que no se dedique demasiado a disertar sobre dogmas y corrientes teológicas. Tampoco les causa gracia que sea tan simpático, sonriente, dicharachero y mucho menos que no sienta el menor gusto por la vieja pompa vaticana. Les causa escozor ese jugarse diariamente el pellejo, no por los que se creen santos y ya salvados, sino por quienes tienen muchos obstáculos en su vida espiritual y sacramental. Me imagino que también los enfurece el que sea capaz de abrazar a un pobre, a un enfermo y que haya recibido a la señora Kirchner más veces que a Macri. Esto último es pura imaginación mía y es por lo demás un asunto entre argentinos en el cual no debo entrometerme.
Curiosamente el Evangelio, allá en el discurso de las bienaventuranzas, dice con grave severidad: “¡Ay cuando todos los hombres hablen bien de vosotros!, pues de ese modo trataban sus padres a los falsos profetas.” A los verdaderos hombres y mujeres de Dios les corresponde, sobre todo, cargar la cruz y no la corona de olivo. Resulta ser, entonces, de lo más natural el que el Papa sea objeto de críticas pues las mismas sugieren que su misión está tocando a las personas y es necesario decirlo claramente, especialmente las fibras de los pensamientos más rígidos y alejados siempre de las verdaderas necesidades de la humanidad. Es de suponer que a quienes tienen esa visión opaca de la fe cristiana les debe parecer inaudito todo un pontífice hablando y pregonando misericordia a los cuatro vientos, olvidándose de juzgar y condenar, como parece ser la aspiración de no pocos de sus azotadores.
Sin embargo, existe un sentido de fe de los fieles que les hace reconocer, sin lugar a confusión, lo que es auténtico y de Dios. Y la gran mayoría de miembros de la Iglesia se siente hoy oxigenada con el servicio de este buen hombre que llevó el frescor de la iglesia en Latinoamérica a esa envejecida y repetitiva Europa que hacía rato había dado muestras de no estar en condiciones de seguir capitaneando la barca de Pedro. Desde luego que los “anti-franciscos” también son importantes como visión autocrítica de la Iglesia, pero no deben olvidar que este Papa es de origen jesuíticos y que como tal ha sido entrenado para trabajar en la frontera y que ni amarrado se dejaría subir a la silla gestatoria y mucho menos se dejaría poner encima la tiara. Este gallo tiene espuela.