LOS VALORES ETERNOS
Serenidad
Ciertamente el ambiente actual para realidades tan fundamentales como el matrimonio, la familia, el nacer y el morir, la sexualidad, la moral, etc., no es ni el más tranquilo ni tampoco el más claro. Es una atmósfera donde hay un verdadero acoso legal y jurídico sobre estas realidades-valores y hay intenciones absolutamente claras de introducir cambios que ni se ajustan a las leyes de la naturaleza y mucho menos a la voluntad sagrada de Dios. El Estado ha sido conquistado por los que pretenden dibujar una nueva humanidad y las fuerzas del mismo han sido puestas al servicio de ideologías de toda índole. Tiempos turbulentos.
Para los creyentes, que somos una inmensa minoría en la sociedad colombiana y cuyos valores y derechos están siendo en buena medida desconocidos, se impone hoy día una actitud de firmeza y serenidad. Como ha sucedido con tantas cosas en los últimos años de la vida de Occidente, estamos llegando a unos absurdos de tal magnitud, que el péndulo no tardará en volver al lado correcto. La sabiduría tiene que ver con capotear la tormenta sin aventurarse a huidas precipitadas al desierto para morir de sed y calor. Hay en la naturaleza humana una especie de balanza propia de la especie que la mantendrá en su justo medio y el tiempo se encargará de demostrar la fragilidad del empeño de cambiar lo que desde un principio Dios ha establecido.
No obstante, no sobra una actitud vigilante para que los bienes sobre los cuales reposa la grandeza del ser humano y también su dignidad, no sean pisoteados impunemente. Su defensa es personal, pero lo es también colectiva. Y no hay mejor defensa que asumir estas realidades tan valiosas en la vida de cada uno cuando procrea, cuando funda una familia, cuando ve llegar la muerte, cuando alguien enferma, de manera profunda, seria, moralmente comprometida.
Algunas palabras para defender hay que pronunciar, pero nada tan eficaz como vivir convencido y este también es puente amable para quienes quieren hacer de propuestas insostenibles, sobre todo para su misma felicidad, caminos eternos. No lo son, ciertamente. Insistamos en que las palabras no son del todo útiles hoy día pues hay un matoneo social, gubernamental, legislativo y mediático contra los valores eternos. Hablemos más bien con unas vidas llenas de sentido por su arraigo en los preceptos sugeridos por la misma naturaleza y por la revelación divina.