RAFAEL DE BRIGARD, PBRO. | El Nuevo Siglo
Domingo, 28 de Septiembre de 2014

Historia de un Minuto

 

Ha llegado a mis manos, y ya lo leí, un libro muy interesante titulado Innovaciones sociales para la equidad y la inclusión social. El caso de El Minuto de Dios. Su autora es María Teresa Gnecco de Ruiz. Es un examen juicioso de la obra de El Minuto de Dios, teniendo como criterio de evaluación el grado de innovación social que ha tenido cada una de sus obras. A medida que se pasan las páginas, -en total son 263-, se va abriendo un panorama muy interesante y al final no queda más remedio que quitarse el sombrero por lo que esta obra de Iglesia ha significado para tanta gente. Desde un barrio sencillo de Bogotá han surgido unas respuestas muy concretas y eficaces a temas como la vivienda de los pobres, la educación de las masas, la renovación de la Iglesia, la asistencia a los campesinos, el acompañamiento a los enfermos de VIH/Sida, etc.

El Minuto de Dios, con personas de la talla de los padres García-Herreros, Jaramillo, Bernal, Vergara y muchos otros, en sólido equipo con laicos comprometidos con su fe, ha salido a responder a necesidades muy concretas de la población colombiana. Ha buscado El Minuto de Dios cómo facilitar el acceso a la vivienda a los pobres, cómo abrir camino a la educación en todos sus niveles de las clases populares y medias, cómo asesorar a los campesinos en su dura brega diaria, cómo dar oportunidades a los desempleados, cómo airear a la Iglesia para que se renueve constantemente, cómo llevar el Evangelio a través de medios modernos de comunicación, etc. Una obra grande, con claro fundamento en las enseñanzas del Evangelio, ajena  a todo protagonismo personal o institucional, dirigida por sacerdotes de recio carácter pastoral, y con cifras que hablan por sí solas como, por ejemplo, los más de 100.000 alumnos que hoy se benefician de la acción educativa de El Minuto.

El libro, además de claro y bien escrito, y con una autora encantadora, deja  ver también que El Minuto de Dios ha actuado para aportar  a la solución de los problemas, no para enfrentar a los gobiernos o crear divisiones. Ha sabido aliarse para sembrar progreso, bienestar, desarrollo y esperanza en todos sus beneficiarios. Leerlo es también una buena provocación a la Iglesia en Colombia para que retomemos el camino de las grandes obras pues los problemas de la nación son también de dimensiones enormes. He aquí un buen paradigma de cómo hacer cosas grandes para transformar la sociedad.