PERDEDORES, LOS QUE SE LA CREAN
La mentira en su apogeo
En los incesantes y agotadores debates públicos de la actualidad el sabor a mentira lo empalaga todo. Hay en el ambiente una fuerza difusa, pero fuerza al fin y al cabo, que se abre camino en una sociedad que tiene un pensamiento débil, indefinido, de muy poca profundidad y muy propenso a validar todo sentimiento, aunque la razón diga lo contrario. Como mucho de lo que se propaga y sostiene es a ciencia cierta insostenible, este “pensamiento” de moda, se impone a la fuerza, con amenaza jurídica, con exhibición pública, con el puño levantado y en voz tronante. La mejor prueba de que mucho de lo que se sostiene hoy públicamente es mentira es que se hace necesario hacerle campaña todos los días o de lo contrario caería -como caerá- cual castillo de arena.
En la humanidad siempre han existido situaciones que requieren una atención especial, pero no por ello se dice que sean lo que deben ser. Y en su sabiduría, la misma humanidad las ha sabido llevar con fortaleza y paciencia. Pero eso no quiere decir que se reconozcan como situaciones deseables o de aceptación universal. Aunque se sostenga que son cosas normales y sin problemas, la vida real dice otra cosa. Y el modo en que hoy día se promueve la “aceptación” de las situaciones diferentes, a la larga, no logrará sino dos cosas: crear una mayor y más nociva resistencia del grueso de la población y en últimas, a un señalamiento y aislamiento de quienes están viviendo en situaciones de diferencia notable. No se trata de esconder nada, como tampoco de exponer las debilidades humanas al duro escarnio público.
Pero hay que tener cuidado con la mentira pues desde ella se han generado las situaciones más nefastas de la vida humana, en lo personal y en lo comunitario. Cuando la verdad no se ha dado plenamente en una vida, en una comunidad, en determinados ámbitos existenciales, lo que corresponde es seguir buscándola y cultivándola pues es la única manera de dar a luz seres libres, como lo enseñó Jesucristo, el hombre perfecto.
Aunque el camino en busca de la verdad sea duro y esforzado es el único que vale la pena recorrer. El de la mentira, el de la razón olvidada, aunque sentimentalmente todo sepa a miel, es vía segura al abismo. En el apogeo actual de la mentira, con sus voceros, sus defensores, sus magistrados, sus agitadores, sus columnistas, sus movimientos, los únicos perdedores serán los que se la crean.