¿Qué quieren de la gente?
Me surge la curiosidad de preguntarme qué es lo que quieren los que se imponen en la sociedad sobre el común de la gente, sobre cada uno de nosotros.
¿Qué quieren de la gente los políticos cuando se comportan como saqueadores o cuando dejan ver su ineptitud para casi todo? Quizás arruinarla y descargar sobre ella su desprecio total.
¿Qué quieren los violentos de oficio de personas y comunidades? Convertirlos en esclavos y quizás después eliminarlos de la faz de la tierra, previa expoliación de todos sus bienes.
¿Qué quieren de la gente los magistrados con sus ideologías de moda? Acaso lucir su vanidad intelectual, atropellar la idiosincrasia de una sociedad y atornillarse en un puesto para hacerse millonarios.
¿Qué quieren de la gente algunos de los prestadores de servicios sociales básicos? De pronto deshacerse de todos para quedarse únicamente con sus aportes y darse la gran vida a costa de de los más pobres.
¿Qué quieren de la gente los mercachifles del alcohol, las drogas y cuanta basura se encuentra en los escaparates del bajo mundo? También, esclavizarlos y exprimirlos lentamente hasta desocupar su cuerpo, su alma y desde luego sus bolsillos.
¿Qué quieren de la gente algunos de los productores de contenido de los medios masivos de comunicación social, de las redes sociales y del mundo virtual? Tal vez envenenar mentes y corazones, difundir el sin sentido, ensuciar la condición humana y, sobre todo, falsear la felicidad.
¿Qué quieren de cada uno de nosotros los vendedores de secretos, los nuevos profetas, los ilusionistas, los poseedores de las “fórmulas” de felicidad? Nuestro dinero.
¿Qué quieren de la gente los que abolieron la tradición, la costumbre, el hilo de la historia? Quizás llevarla a Utopía, aunque ni ellos mismos saben dónde queda y tampoco tienen el mapa del retorno del extravío.
¿Qué quieren de las personas los mentirosos de oficio, los pregoneros de prosperidades inéditas, los angustiados del cambio climático, los buscadores de tesoros? De pronto negarle la realidad o quizás cambiarla, cuando no retornarla a los tiempos que se fueron para siempre.
¿Qué quieren de la gente los que han matado a Dios o están urdiendo un plan para hacerlo? Un permiso para hacer con ella lo que se les venga en gana, sin importar dignidad, humanidad y mucho menos individualidad.
Lo único cierto es que si la gente, si cada uno de nosotros se descuida, alguien hará con sus vida lo que quizás nunca quiso hacer.