Abandonar la Iglesia, de hecho
No es usual que las personas que no quieren pertenecer más a la Iglesia hagan declaraciones formales apostatando de la fe católica. Lo que sí se usa hoy día es emprender otros caminos que llevan a apartarse de la fe bautismal, bien sea dejando de lado toda creencia espiritual, o empezando a participar de la vida de otras iglesias o religiones o viviendo de una manera totalmente contraria a la enseñanza del Evangelio y de la misma Iglesia. Otros, especialmente en el campo académico e intelectual, suelen llegar a tener una visión muy diferente y hasta en conflicto con las creencias de la Iglesia en muchos campos de la vida y esto los sitúa de hecho fuera de ella pues rompen la comunión y la fe, sin las cuales no se hace parte de esta comunidad.
Hace poco leímos una entrevista, por dar un ejemplo, al teólogo Küng, y en la cual, entre otras cosas, él se adhería claramente a la práctica de la eutanasia pidiéndola si fuere el caso para sí mismo. También leíamos la entrevista al director de la revista Semana en la cual dice con absoluta claridad que la revista, o sea él mismo, es partidario del aborto. Y casos como estos hay muchos. Son muestras de cómo algunas personas se sitúan definitivamente al margen de las creencias y usos de la Iglesia, suponiendo en ambos casos el haber sido bautizados. Quien ha recibido el primer sacramento y después por la vía intelectual rompe con el cuerpo de doctrina y de moral de la fe católica, ha abandonado su pertenencia a ella.
Desde la Iglesia el apartarse de cualquier persona que haya recibido el bautismo es algo así como la pérdida de un hijo. No hay ninguna alegría en ello. Y es un hecho más doloroso si se tiene en cuenta que la Iglesia es supremamente clara en los temas más relevantes como la vida, la muerte, la protección de los más débiles, el matrimonio, la justicia social y quisiera con esa claridad hacer más firme la fe de todos y no dejar que nadie se pierda para el Dios revelado en Cristo. Pero sigue existiendo siempre la libertad, el gran regalo de Dios, susceptible de ser usado inclusive para apartarse de Él. Como lo hizo al inicio el hijo pródigo abandonando la casa donde todo lo tenía. Afuera todo parecía mejor, pero no había tal. Respecto de Dios, mejor dentro de su casa, la Iglesia.