RAFAEL DE BRIGARD MERCHÁN, PBRO. | El Nuevo Siglo
Sábado, 30 de Julio de 2011

La imprescindible razón


“Sobreabundan la pasión, la histeria, el espíritu de linchamiento”


EN  muchos de los temas que hoy están sobre la mesa de la discusión pública hay una gran ausente: la razón. Sobreabundan la pasión, la histeria, el espíritu de linchamiento, el complejo vengador. Así se crea un ambiente pesado y agresivo que tiene como resultado el que los que suelen usar la razón, los argumentos, los autores, los estudios humanísticos y científicos, den un paso al costado porque fácilmente pueden ser arrojados a un verdadero foso de leones que todo lo devoran. Sobredosis de emotividad se siente en el ambiente y con eso es muy difícil hacer vida democrática, libre, culta y hasta jurídica.


De la ausencia de la razón surgen propuestas como pedir cadena perpetua para todo el que presuntamente haga algo grave, como quitar los hijos a quienes aumenten la natalidad por encima de lo que el DANE admite. También el querer hacer de lo antinatural algo normal y de uso obligatorio. No menos ajeno a la irracionalidad es la ofensiva constante contra las decisiones de la justicia, la cual suele ser fruto de concienzudos análisis, inclusive cuando a uno no lo favorece. Del mundo de las pasiones son las posiciones que quieren que se cierren los ojos ante los atropellos del Estado y sus agentes o que se aminore la gravedad de los profesionales de la violencia. Un mundo sin razón es simplemente el del físicamente más fuerte.


La irracionalidad es una forma de ocultar la verdad de las cosas. Curiosamente en el ámbito de las solas pasiones se predica mucho la tolerancia y la pluralidad, pero poco se las practica. Realmente las veces que la humanidad ha gozado de cierta paz y armonía ha sido cuando ha habido un campo claro para la razón, el pensamiento elaborado, la propuesta argumentada. Esta razón ejercitada lleva muchas veces a que no se acepten algunas cosas, pero con motivaciones serias y profundas y no por simple capricho discriminatorio. En el terreno de las puras pasiones la razón es vista sospechosamente y se le suele aplastar.


En varios de los diálogos que tuvo con sus paisanos, Jesús les preguntaba abiertamente sobre el tema en cuestión: “¿Qué lees en la Escritura?”. Era una forma de rescatar la sabiduría de siglos acumulada por la razón, por la fe inteligente, por las mentes humanas más inquietas que se aplicaron a escribir y a razonar para la comunidad. En muchas intervenciones públicas que se oyen hoy día sobre temas densos da la impresión de que hay poco estudio, poca lectura, poco escribir y, sobre todo, poquísimo amor a la verdad. Pilatos al menos tuvo la curiosidad de preguntar: “¿Qué es la verdad?”.