Las nuevas guerras
“De WikiLeaks a Anonymous, y ahora al caso Sony Pictures”
Las guerras permanecen aunque los campos de batalla cambien. Esa premisa, lamentablemente, tuvo en semanas recientes una sorprendente reafirmación con el ataque informático de que fue víctima el consorcio cinematográfico Sony Pictures.
Como se sabe, todas las miradas acusadoras apuntan al régimen de Corea del Norte, que habría estado detrás de la infiltración a las cuentas personales y empresariales de los directivos y centenares de trabajadores de la compañía cinematográfica, como medida de presión para que no se pusiera en cartelera la película La entrevista, una sátira cuya trama se basa en la presión de agentes de la CIA a dos periodistas para que asesinaran al líder de la nación asiática Kim Jong-Un.
Al final no sólo el filme, que alcanzó a ser aplazado por el temor a nuevos ataques informáticos, vio la luz, sino que la Casa Blanca puso en práctica una serie de sanciones contra el régimen de Pyongyang, que aunque trató de desligarse del hecho, nadie en el mundo pareció creerle.
Más allá del desarrollo de este caso puntual y del fondo geopolítico que tiene, dado que Corea del Norte sigue en la mira de la comunidad internacional por la insistencia en su programa nuclear, razón por la cual soporta desde tiempo atrás otro paquete de medidas sancionatorias en el campo económico y diplomático, lo cierto es que el ataque informático evidenció que hay un nuevo campo de batalla que el mundo no ha sopesado en su justa dimensión.
Ya desde el escándalo hace dos años al quedar al descubierto la red de espionaje que una agencia de inteligencia estadounidense tenía sobre las comunicaciones electrónicas de un sinnúmero de líderes, personalidades y gobiernos en todo el mundo, se había advertido que las autopistas virtuales se convertirían en poco tiempo en campos de batalla en donde las bajas no se contarían en número de muertes y heridos, sino en la cuantía de los daños económicos, políticos, sociales, institucionales, de credibilidad y confianza sufridos por los entes, colectivos o individuos atacados.
Bien lo advertía días atrás uno de los llamados gurús de la seguridad informática a nivel mundial: hoy fue un estudio de cine, mañana un banco, después una multinacional y en poco tiempo un gobierno… En uno u otro caso el problema va más allá de lo filtrado o lo anecdótico o muy importante de lo revelado. El problema en el fondo es de confiabilidad, que es hoy por hoy uno de los elementos más valiosos de cualquier organización pública o privada. Si esta se pierde ante la opinión pública, el usuario o el cliente, el daño es sencillamente irreparable. Siendo imposible aislarse de la globalización informática, la confianza se mide ahora en el nivel de blindaje que se puede tener para evitar ser infiltrado, espiado, boicoteado, puesto en evidencia o, simplemente, ridiculizado a través de un flanco débil en el flujo de información web.
Del célebre caso WikiLeaks, que fue una filtración típica de datos a gran escala, al ataque informático a Sony Pictures, que evidencia una acción de hackeo concreta y dirigida a lograr un objetivo específico, lo que se observa es un escalamiento de un nuevo tipo de confrontación. En ese mismo orden de ideas, Anonymous, el célebre movimiento informático que tiene como modus operandi boicotear páginas de las personas, líderes, grupos o entidades oficiales o privadas que van en contra de los intereses libertarios en internet que dice defender, es, al final, un cuerpo amorfo y atomizado.
Dirán algunos que en esta clase de guerras del siglo XXI la ventaja es que no hay sangre ni cadáveres por montones. Sin embargo, volviendo al caso de Corea del Norte, lo cierto es que el aislamiento económico, político y diplomático, siempre tiene una consecuencia en la población más pobre y vulnerable, que es la que sufre con mayor rigor el desabastecimiento de víveres y alimentos o las limitaciones al movimiento migratorio, entre muchas otras afectaciones.