Dicen, los que saben, que internet ha empoderado la voz del ciudadano. Sin embargo, debo confesar que me cuesta comprender una dinámica donde casi todo el mundo grita y son muy pocos los que escuchan. Para hacerse oír suben mucho los decibeles de las emociones en juego y termina por afectarse el oído interno del receptor, el del equilibrio.
Ante la avalancha noticiosa, ¿cómo depurar la información? ¿Con qué criterio separar lo que sirve de lo que es basura? Difícil. Sobre todo, por la manera como se ha elevado "la autoestima mediática".
Recuerdo escenarios de antes como la Plaza de Bolívar llena de electores y el candidato hablando en la tarima. ¿Cómo me imagino hoy ese escenario "democrático" en la plaza pública moderna que son las redes? Cada elector en su propia tarima y el candidato algo aturdido, intentando hacerse ver y escuchar. Debe buscar cómo llegar a cada elector-candidato, de manera segmentada, con el lenguaje de las emociones. Y como son tantos electores, el candidato emite cuantos mensajes sean necesarios, porque sabe que la vanidad lleva a cada uno a escuchar sólo lo que quiere oír. Y si alguien intenta escuchar el todo, va a evidenciar muchas contradicciones.
Es un mundo de emisores envanecidos por la novedad de la plataforma. Cada uno padece el síndrome de poseer la verdad revelada, sobre todo en asuntos de política electoral. Les propongo este ejercicio durante todo un día. Preguntar a todo el que encuentre en el camino, sobre sus preferencias y antipatías políticas. Al final puede interrogar al "interlocutor" sobre si estaría dispuesto a escuchar, analizar y contemplar la posibilidad de votar por una opción contraria a la suya.
Con seguridad quedará impactado por la vehemencia y agresividad de las respuestas sobre el candidato contrario a sus pasiones electorales. Calificativos como paramilitar, guerrillero, asesino, delincuente, ladrón, corrupto etc, etc, saldrán a borbotones, sin dar lugar a ninguna argumentación distinta a las pasiones que lo preceden.
Si en las redes todos somos emisores, ¿Quién escucha? Como nos hacen de falta editores en quién volver a confiar. Es cierto que puede haber muy buena calidad de información en algunos medios de comunicación tradicionales, pero está tan sesgada políticamente que contamina tanto como las fake news. El problema es que la información se consume en grandes cantidades, sin prever una intoxicación.
Bienvenido el protagonismo del elector para evaluar, fiscalizar y fortalecer la democracia, pero no para competir con el candidato en el exceso de ruido emocional, hasta hacer casi inaudibles las ideas.