El maestro Guillermo Valencia, en Anarkos, (1897) describe la humilde y triste vida del mejor y frustrado amigo del hombre, pues no es éste su leal y recíproco compañero. Una parábola del anarquismo de la época.
“En el umbral de la polvosa, puerta,
sucia la piel y el cuerpo entumecido,
he visto, al rayo de una luz incierta,
un perro melancólico, dormido.”
La alusión del poeta personifica al can y denuncia el desprecio que por los pobres sienten los humanos, conducta que en el tiempo cada vez más se extiende a ese noble y fiel compañero. Tanto ello es así que recientemente los medios divulgaron la agresión violenta y desnaturalizada que un alienado ser racional le hizo a un pacífico cachorro, conducta que irritó a la regenerada sociedad y por ello reclamó un castigo ejemplar para el verdugo.
Pero no solo esas actitudes son las corrientes. Luz Clarita, una Yorkshire Terrier, diminuta, pretendía viajar a Buenos Aires, para visitar a sus padres y abuelos. Su amo, para complacerla, compró un pasaje en la empresa “Latam”, entendiendo que se trata de una flota amiga de los que laten; una asociación de ideas. Todo porque en la agencia de viajes le dijeron que ella viajaría en cabina, cerca de su fiel y eterno compinche: este fue el pensamiento inspirador del propósito:
“Eres único, perro al que yo cuido
y me cuida. Sin ti queda vacía
mi ánima y corazón. Tu compañía
es una parte a la que estoy unido”.
¡Oh sorpresa inaudita!. Cuando ya todo su ajuar y sus documentos se hallaban listos para emprender el paseo, la empresa, a pesar de que nunca así lo advirtieron a los futuros pasajeros, informó, sin consideración ni respeto al sentimiento, que Luz Clarita debía viajar en la bodega.
El anuncio no dejó otra alternativa que pedir la devolución del dinero para buscar cupo en otro avión de una distinta línea aérea, pero tampoco a esa rogada petición caso se hizo, motivo por el cual no quedo otra opción que renunciar al sueño. ¡Qué importa a los comerciantes el sueño de los humildes! El Poeta Valencia, padre del expresidente Guillermo León, si lo predijo, románticamente:
“¿En qué sueña? Tal vez árida fiebre
cual un espino sus entrañas hinca
o le finge los pasos de una liebre
que ante sus ojos descuidada brinca.”
Una experiencia que alecciona y enseña que el contrato de transporte aéreo es un contrato de adhesión y que los viajeros, aun si un canino es, latan pero no muerden. La ley que se quiso aprobar para corregir estos infundíos fracasó. ¿Por qué? Mejor callar. Lo cierto es que la Presidencia alegó que el trámite del proyecto había sido irregular. ¡Luz Clarita nunca entendió el argumento! Este comentario es un deseo de reivindicar el derecho de las cándidas mascotas.