Ante las noticias sobre los niños wayuú que mueren de hambre, aunque lo políticamente correcto es decir que mueren desnutridos, y no solo wayuú sino de otras etnias en Caquetá, Arauca, Guainía, Vaupés, Chocó y hasta en Antioquia, o sobre los 89.000 niños que no reciben sus refrigerio, que son su única comida del día, o sobre la gente que se muere en las puertas o en las salas de espera de urgencias de las EPS porque no hubo quién las atendiera me pregunto: por Dios ¿qué clase de país es este?
Hay infinidad de “expertos” en materias de salud, con el ministro del ramo a la cabeza, que no han sido capaces de resolver ese problema descomunal y ese desangre, en el que las contribuciones de los afiliados se van entre los dedos para los bolsillos de los dueños de las EPS o de los estafadores. Por ejemplo, lo de Salucoop, cuyos millones de afiliados pasaron a Cafésalud -¡increíble, una de sus subsidiarias!- sin que obviamente se resolviera nada. Saludcoop no fue investigada por el fiscal Montealegre, que fue su asesor y llegó a la Fiscalía con ese chicharrón caliente, miró para otro lado y lo dejó enfriar sin tomar medida alguna. Entre tanto, los enfermos se mueren en las salas de espera o rogando por un medicamento que nunca les dan o esperando una ambulancia que nunca llega. El Gobierno se queda mirando para San Felipe y nadie dice nada. Deben billones de pesos a los hospitales y clínicas, afectando de esta manera el sistema general de salud y a los usuarios de otros sistemas. Mientras tanto la mermelada permea el sector político, con el Congreso y la justicia -a los que les suben los sueldos- a la cabeza, y el privado, los medios en especial.
No hay plata para esos problemas pero sí para enviar al terrorista Iván Márquez en avión privado desde La Habana al entierro de su madre. A propósito de esto, RCN hizo un espeluznante reportaje de los casos en que los secuestrados por las Farc no pudieron asistir al sepelio de sus hijos o de sus padres porque las entrañas de esos desalmados no se conmovieron ante ese drama humano. Es a estos terroristas a los que el Gobierno quiere premiar con una amnistía y con curules regaladas en el Congreso.
Recuerdo ahora que el sobrecosto de Reficar es igual a lo que costó el canal nuevo de Panamá, pero nadie investiga. Y pienso en que los responsables de que se hayan acabado los ferrocarriles en Colombia, se haya terminado la Flota Mercante Grancolombiana y haya desaparecido el Banco Central Hipotecario, para mencionar unos pocos casos, andan tan campantes y fungen como campeones de la paz.
Se podrían escribir páginas y páginas sobre este drama del país que nos quieren vender como el más “feliz” de la tierra. Pero, por ahora, lo anterior lo he escrito con dolor de Patria. Por Dios ¿qué clase de país es éste?
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Coda: Lapsus calami o lapsus clavis: escribí Enrique Vargas en vez de Germán Vargas. Mea culpa.