Las letanías
Vamos a ofrecer tres reflexiones sobre la finalidad de rezar letanías. En primer lugar, las letanías no son la única forma de oración que la Iglesia nos ofrece. No tenemos que comprometer todo nuestro tiempo de oración en letanías. En algunas tradiciones religiosas, las letanías o las fórmulas de oraciones vocales son la única forma de oración, pero en nuestra tradición cristiana, también tenemos otras formas de oración. Primero, contamos con la liturgia misma (la Misa, las demás celebraciones sacramentales, la liturgia de las horas...).
Segundo, tenemos un rico tesoro de oraciones vocales que se nos exhorta a hacer nuestras -como la oración de san Francisco (“Señor, hazme un instrumento de tu paz...”) o la famosa oración del beato John Newman “Guíame Luz amable, entre tanta tiniebla espesa...”.
Tercero, constantemente se nos anima a aprender a rezarle a Dios con nuestras propias palabras, a través de la reflexión meditativa de la Biblia o de otros libros espirituales. A esto se le llama oración mental. Las letanías son sólo parte de nuestras tradiciones de oración, un subconjunto de oración vocal y litúrgica. Por otra parte, las letanías tienen una larga tradición y que, efectivamente, han sido una forma favorita de oración para muchos católicos a través de los siglos, incluso para los papas. El Papa san Juan Pablo II, por ejemplo, tenía toda una pila de sus letanías favoritas en su reclinatorio. Constantemente las usaba.
Por último, ya que las letanías tienen un pedigrí espiritual muy fuerte, debe haber algo de valor en esta forma de oración. Sin embargo, son tan repetitivas y tan formuladas que, ¿cuál es su valor? Por lo menos, ofrecen dos ventajas. En primer lugar, la repetición es una manera de mostrar énfasis. Por ejemplo, cuando repetimos tres veces “Señor Jesús, yo creo en ti”, estamos haciendo hincapié, y renovando así, nuestra decisión de poner nuestra fe en Jesucristo. Es como encender tres veladoras en cada lado del altar en lugar de sólo una: estamos haciendo énfasis en el sentido de esas palabras cuando las repetimos.
En segundo lugar, la repetición y las fórmulas nos ayudan a canalizar las emociones más profundas de nuestro corazón, las emociones, deseos o preocupaciones que, a menudo, tenemos gran dificultad para expresar en palabras. Cuando un ser querido está sufriendo, por ejemplo, podemos rezar por él con nuestras propias palabras, pidiendo a Dios que lo sane y lo fortalezca. Pero algunas veces las palabras que se nos vienen no parecen ser lo suficientemente poderosas para expresar el amor que sentimos en lo profundo de nuestras almas. En ese caso, nos puede ayudar el orar las letanías de los santos por la intención de la persona que amamos y que está sufriendo.
En este sentido, las letanías son como canciones. En una canción, las palabras generalmente son repetitivas, como cuando cantamos el estribillo una y otra vez y la música es una fórmula predeterminada. Pero esto, en lugar de impedirnos expresar nuestra oración, en realidad nos permite orar de manera más personal y apasionada, y dar expresión a los sentimientos que se encuentran en las profundidades ocultas y de difícil acceso de nuestra alma.
Fuente: Catholic.net