HOY Naciones Unidas nos recuerda la tragedia global de los pobres en extremo, una cruel vulneración de los derechos humanos.
Pobreza y miseria, dos grandes males históricos sin resolver.
Desigualdad, inequidad, concentración de la renta, desnutrición infantil, carencia de servicios públicos, educación y salud, eslabones de esa larga cadena llamada pobreza.
Son marginalidad, exclusión y abandono del Estado, los fundamentos de la dispersión social en el mundo.
Nada ocurre sin que suenen los tambores de la pobreza extrema.
Aún las guerras, dictaduras, refugiados, migrantes y desplazados de sus tierras, tienen eco en la pobreza.
El atraso cultural, deserción educativa, inseguridad, pandillas, corrupción y el bajo nivel de tolerancia, son producto de la pobreza.
Indiferencia es el común denominador de la miseria internacional.
No existe todavía una receta contra el drama diario de los más pobres.
Gobiernos, sistemas políticos y organizaciones como la ONU o el club privilegiado de países ricos, no pasan de la retórica costosa.
Organismos que deberían representar el derecho a libertades fundamentales del hombre y la mujer, carecen de visión y objetivos.
Al igual que fracasan ensayos contra calentamiento climático se quedan en el papel los anuncios contra la pobreza global.
No se trata de asistencialismo que ayude a unos y desproteja a otros.
La vía para reducir miseria en todas sus expresiones es con inversión.
Inversión en agricultura sostenible para alimentar a más de 800 millones de personas que en el mundo padecen hambre.
Mayor inversión en salud y educación, en creación de empresas, en ciencia y tecnología, en innovación, en emprendimiento.
Urgente capitalizar iniciativa de emprendedores en el mundo para generar empleos e ingresos.
Si en países en desarrollo no se montan fábricas, no se incentiva la productividad y no se estimula agroindustria con mano de obra cesante, la pobreza nos rondará.
Se necesita inversión mundial contra la pobreza.
Si hay asistencia de países donantes en lucha contra narcocultivos y crimen organizado, también se requiere para reducir la pobreza.
Millones de niñas y niños, jóvenes y ancianos mueren de hambre y sed.
Infame no hacer nada por salvar a los más necesitados.
Naciones africanas con escenas horribles de gentes agonizando por hambre.
En Haití, más cerca, la realidad también es cruel.
Sobra la comida, se botan alimentos, se desechan productos de consumo, pero hay millones muriendo de hambre.
Imaginen si no hay pan y agua para tanto desamparado en el mundo, ¿qué será de indefensos animales? Perros y gatos, sin un hueso que roer. También los estamos matando de hambre.
Si hay fondos de asistencia financiera para tanto, ¿por qué no uno y fuerte para asistir a países más pobres? Con veedurías, claro.
Ser pobre se volvió para millones de personas su manera de morir en vida.
Indiferencia social, falta de carácter político, de convencernos que son muchos los que se nos están muriendo de hambre.
Pobre gente a la que acechan pobreza y miseria. Pobres los que pudiendo no hacen lo suficiente.