Cuando el mandatario de entrada presenta su Plan de Desarrollo, por lo general, busca la manera de incluir como objetivos sus promesas de campaña y sintetizar en una frase, que titula el Plan, su eslogan o línea preferida de acción, con la esperanza de que llegue a ser su sello de identidad y referencia en la historia.
También se debate el gobernante entre tomar en cuenta muchas de las cosas que vienen de gobiernos anteriores y optar, si es su querer, por construir sobre lo construido cuando tiene causalidad con sus fundamentales. En términos de los economistas, a las líneas base -los indicadores y resultados logrados con anterioridad- les puede dar mayor o menor vigor.
Luego el Plan entra en discusión no sólo con los consejos de Planeación para la aprobación del legislativo, sino también es de esperar que se trabaje con la ciudadanía, empezando por socializarlo (como se dice ahora). Todo en pos del ideal de un Plan de Desarrollo de construcción colectiva.
En esta ruta, la alcaldesa Claudia López acaba de presentar el borrador del Plan Distrital de Desarrollo 2020-2024, con el nombre: “Un nuevo contrato social y ambiental para el siglo XXI”, con la rúbrica -en la parte de abajo- de ODS 2030, para remarcar que está en la tarea del cumplimiento de los Objetivos de Desarrollo Sostenible de la agenda de las Naciones Unidas.
Cuando se trata de desarrollo las definiciones vienen a colación. A primera vista surge una pregunta ¿Por qué lo titula cómo el “nuevo contrato social”, reviviendo en específico el contrato social de Rousseau?
Este se define en el primero de los cinco propósitos del Plan, referido a “construir un nuevo contrato social para incrementar la inclusión social, productiva y política”. Se explica “como un acuerdo entre el Estado, el mercado y la ciudadanía para cuidar a quienes están más desprotegidos…, para saldar la deuda histórica con quienes han estado siempre en situación de desventaja y vulnerabilidad”.
Contrato social que se suma a un segundo propósito: el de cambiar hábitos de vida para reverdecer a Bogotá y que se adapte y mitigue mejor el cambio climático.
Sin entrar en el debate rusoniano, sería interesante, en medio de la discusión que comienza, pasar los indicadores del Plan de Desarrollo preliminares por el cedazo del Índice de Crecimiento y Desarrollo Inclusivo (IDI), que propone el Foro Económico Mundial, que complementa la línea de lo inclusivo con índices de crecimiento y desarrollo, y de equidad intergeneracional y sostenibilidad, cuyo objetivo es velar por un progreso sostenido.
En otras palabras, incluye cuestiones complementarias como productividad, empleo, aumento de ingresos medios de familias, ahorro de la ciudad, intensidad de carbono y dependencia demográfica.
Que comience el debate. Quien gane oportunidades puede dejar de recibir subsidios. Y quien ha alcanzado un mejor nivel de vida puede impulsar a otros. Igual hay que velar por quienes tienen factores de riesgo de perder lo alcanzado.
* Presidente Corporación Pensamiento Siglo XXI