“Se está haciendo buen periodismo”
Aunque el título más apropiado sería “Buen Periodismo y salud sicoespiritual”.
El Covid-19 lo cambió todo, incluida la manera de comunicar, que nos obliga a reflexionar, en voz alta, sobre el desafío creativo de ejercer el periodismo al servicio de la humanidad, dejando atrás el culto al ego y la ideologización activista del oficio que, en varias ocasiones, nos hizo dudar hasta de las noticias verdaderas, porque estas quedaban en segundo plano.
La pandemia de las enfermedades sicológicas y espirituales empieza a propagarse rápidamente, en la medida que se extiende el confinamiento. Un estudio de Profamilia, entre 3.500 colombianos, empezó ya a reflejar nerviosismo, impaciencia, ansiedad, cansancio, rabia o ira entre los encuestados. Sentimientos sumados a los problemas financieros, al desempleo y la impotencia ante un futuro incierto. Hay mucha necesidad de ser escuchados. Los sicólogos y también los sacerdotes son cada vez más requeridos para escuchar a enfermos de la mente y del alma, porque afloran también los miedos, a la enfermedad, a la muerte, a la vida, a la orfandad y a la soledad. Hay sed de Dios y hasta los ateos andan en búsqueda de trascendencia.
¿Qué se puede hacer desde el periodismo? Se abre un universo extraordinario de posibilidades.
La primera de ellas es el periodismo de servicio a la sociedad. Un periodismo que comprende las necesidades más urgentes del ser humano, para sobrevivir. Un periodismo que no sólo se ocupa del número de enfermos y de muertos que deja a su paso el coronavirus, sino que le da herramientas al consumidor para contextualizar la información. Porque en las actuales circunstancias, es tan grave la escasez de noticias como el exceso, que conduce a un consumo ansioso e indiscriminado de información no procesada, que deja aterrorizado al receptor.
Se impone un periodismo pedagógico. Pero no sólo de las medidas sanitarias para contener el coronavirus. Sino que aproveche los canales de difusión para enseñar herramientas sicológicas de autorregulación emocional. Que nos enseñen a ser adaptativos, a vivir el presente, que nos descentre de nuestras propias preocupaciones y nos enseñe a darnos permiso para acoger el miedo, la ansiedad e inseguridades. Es apenas natural que estemos asustados.
En Colombia se está haciendo hoy un buen periodismo. Se han desplazado los reflectores mediáticos de los centros de poder político y económico. Los noticieros de televisión, por ejemplo, son una bocanada de aire fresco frente a la incendiaria polarización política de antaño (parece que hubieran transcurrido décadas). La vocería que, por ejemplo le ha dado RCN, bajo la dirección de Juan Lozano, a las necesidades más sentidas de la población y a los abusos de algunos gobernantes locales inescrupulosos y corruptos, retorna la esperanza en un periodismo al servicio de todos, defendiendo sus derechos, y no aliado, descaradamente, a los gobiernos de turno.
Este tsunami de la pandemia amenaza también con arrasar los egos y los males enquistados en nuestro bello oficio. Reconocer esta realidad puede ser un buen aliado de los medios, hasta para subir el rating.