“Perder es ganar un poco” | El Nuevo Siglo
Sábado, 6 de Enero de 2024

En los años 90 el entrenador colombiano Francisco Maturana dijo esas palabras tras una derrota futbolística. Le llovieron rayos y centellas. ¿Estaría tan errado?

Se estrenó por Prime a finales del año pasado la película titulada con esas palabras, con guion de Dago García y dirección de Rodrigo Triana. El arte resulta bastante asertivo a la hora de transmitir una idea a la que la academia puede darle muchas vueltas. Es el caso de este filme colombiano en el que se cuestiona de frente la idea de la competencia como el trampolín para la evolución y la del éxito de pasar por encima de los otros como la vía más adecuada para ir resolviendo la existencia.

Sí, definitivamente aprendimos a competir los unos con los otros, al igual que aprendimos las guerras y las exclusiones, la deshonra y el maltrato.  Es totalmente falso que seamos competitivos por naturaleza, que tengamos por fuerza que anularnos mutuamente para cumplir con nuestras misiones de vida, que los codazos y las zancadillas sean las únicas acciones que nos permitan crecer.

En efecto, vivimos inmersos en un paradigma en el que ganar sobre muchos es un valor casi que sagrado, donde se hace necesario, quiérase o no, eliminar al de al lado.  ¡Por fortuna, no es la única manera!

Como la ciencia no es monolítica y en realidad precisamos hablar de las ciencias, en plural, tenemos evidencias científicas de sociedades del neolítico basadas en la cooperación, la solidaridad y el cuidado mutuo. Eran culturas matrísticas -que no matriarcales-, en las que se cultivaban relaciones de inclusión y acogida, como lo evidencian las investigaciones de la gran arqueóloga de UCLA, Marija Gimbutas, y nos lo presenta la socióloga y abogada Riane Eisler en su maravilloso libro El cáliz y la espada, catalogado por muchos como el más importante desde El origen de las especies de Darwin, pues ha marcado un hito en la concepción de las sociedades humanas.

No necesariamente podemos relacionarnos solo desde las patadas y las exclusiones o ser agresivos en los mercados y acabar con el otro.  Podemos también abrazarnos, acogernos, apoyarnos y crecer juntos.  Podemos ejercer la compasión y vivir desde el amor incondicional, no solo con unos pocos -los nuestros, los cercanos- sino con todos sin excepción.  Ya lo hemos vivido, está en nuestro ADN, ya conocemos como especie esas formas en las que nos humanizamos y evolucionamos juntos.

En la película, Miguel “pierde para ganar” y regresa a su barrio. Nosotros también podemos perder muchos valores de un paradigma que nos mantiene en guerra y desunión, para regresar al reencuentro de la solidaridad y la incondicionalidad.  Regresar a evolucionar desde el Amor, con mayúscula.

vargasedo@gmail.com