Las nuevas medidas de restricción, especialmente en las distintas zonas de la capital, llenan nuevamente de incertidumbre tanto a la ciudadanía como a la industria, el comercio y, en general, a la clase empresarial.
Mucho he venido insistiendo, a través de esta columna, en que hay estudios que demuestran que el coronavirus se previene más con medidas de disciplina social que de cuarentena. Si todos los ciudadanos usáramos tapabocas, cuidáramos de las distancias entre unos y otros, saliéramos cuando realmente se requiere, respetáramos los consejos que dan las autoridades y cambiáramos nuestras costumbres sociales de manera extraordinaria mientras se descubre la vacuna contra este virus, otra sería el desarrollo de esta pandemia.
Lo que sí es muy molesto para la ciudadanía y extremadamente malo para la institucionalidad es la forma como la alcaldesa de Bogotá pretende manejar la ciudad frente a este tema. Siempre que da declaraciones está expresando pullas contra el Gobierno nacional, jugando con la sicología de la capital y haciendo política de una forma que no es admirable ni admisible.
Sobre todo, cuando fácil resulta para la Alcaldesa criticar a un Gobierno que, entre otras cosas, ha sido escogido en el mundo entero como uno de los ejemplos de manejo serio y responsable del coronavirus. La Alcaldesa pretende volver una pandemia en un tema político y sobretodo, irresponsablemente en un acto de populismo personal frente a sus notorios intereses políticos.
Esta actitud no sólo es grave y debería ser controlada por los órganos competentes, sino que ya está causando un malestar general.
Intentar mostrarse como que ella es la que toma medidas en defensa de la vida de los colombianos, entrega soluciones de salud pública para la pandemia y reparte mercados y ayudas, que lo único que le falta es mandarlos con una tarjeta personal con su nombre, como si fueran regalos personales y no programas de Estado con recursos públicos, es por decir lo menos, engañoso y oportunista.
En días pasados llegó a afirmar que los respiradores que con tanto esfuerzo y dificultad ha adquirido el Gobierno nacional y que fueron entregados a las autoridades de Bogotá, en su mayoría no servían, lo que además de ser una afirmación mentirosa e irresponsable, resultó ser una manipulación mayúscula con intereses políticos, cuando lo único que había de por medio era la necesaria calibración de unos equipos requerida por la altura en que se encuentra la capital.
La Alcaldesa ha tomado como actitud desconocer la labor de los demás y mostrarse como la ejecutiva que siempre tiene la razón. Gran equivocación está cometiendo. El país y la comunidad internacional ya tienen claro que lo que sucede es que ella tiene una agenda personal política frente a la cual no le importa desdibujar la verdad y aprovechar toda circunstancia para sus propios intereses políticos.
Lo que hoy requiere el país es unidad de gobierno, apoyo entre autoridades y cumplimiento de las acciones públicas.
No solamente hay que cuidar de la salud de todos. También hay que cuidar que la economía no sufra una herida mortal. Si así fuera, la gente no se morirá de coronavirus sino de hambre.
Por esto hay que ser estadista para entender que las medidas que se tomen sean las mejores para la salud de los colombianos, como para la salud de la patria.
Bien ha hecho el Presidente de la República en no polemizar ante afirmaciones irrespetuosas y a veces salidas de la verdad de la Alcaldesa contra su administración. Pero todo tiene su límite.
Tenemos que exigir respeto institucional a los empleados públicos.