CRISIS DE LIDERAZGO
Una nueva política
Recorro con entusiasmo y disciplina muchos municipios del país, en especial en el Tolima, el Cauca y el Quindío, para conversar con la ciudadanía. Hemos analizado la crisis de liderazgo, la corrupción en las autoridades a todo nivel y sobre todo la preocupante desconexión entre un poder central ciego a las necesidades de una Colombia regional con cada vez más pobreza, violencia y explotación inequitativa de sus recursos.
Creo en la descentralización y tal vez por eso me duele tanto que los ciudadanos insistan en que les iba mejor a los municipios cuando los alcaldes eran nombrados, que ahora cuando son elegidos por el voto popular.
Las reflexiones en torno del significado del voto muestran la enorme crisis de confianza en la política. Muchos ciudadanos encuentran la función de votar fútil, por lo que interpretan las elecciones como una ocasión para obtener réditos de algún tipo: plata, puesto, palanca. Votar debería ser una oportunidad para expresar el compromiso con nuestra ciudad y nuestra tierra, mediante la elección de quien mejor pueda administrar la cosa pública. Sin embargo, este sentido de contribución social del voto, no logra materializarse cuando los ciudadanos no encuentran por quien votar.
Sucede muchas veces que los candidatos no se conocen; es difícil llegar a comparar realmente los candidatos al concejo; cada lista tiene tantos candidatos como curules a proveer. Basta observar la proliferación de propaganda electoral para entender que el ejercicio tiene fallas de diseño. Si un ciudadano desea genuinamente comparar los candidatos debe realizar un esfuerzo significativo; deberá buscar los planes de gobierno o propuestas y compararlas con las de los demás. Y aun habiendo hecho el ejercicio se preguntará si tales proyectos son posibles y de serlo, si el candidato tendrá la vocación y la capacidad de realizarlos.
Crear una figura política es muy difícil. Se requiere una enorme vocación del candidato, y además los ciudadanos le exigen carisma, preparación y capacidad de transmisión en el discurso. Si todo ello no se da, el candidato se coloca en un plano de identidad con el resto de los candidatos. No despierta atracción, y los motivos que inspiran a votar empiezan a variar.
Se detecta con facilidad la frustración de muchos ciudadanos que buscan organismos de control para detener el despilfarro y la trampa, y se encuentran con que estos organismos en los niveles regionales han sido cooptados por los políticos de manera que se vuelven convenientemente ineficaces para atender los casos de sus propios aliados. La corrupción parece imparable.
Necesitamos un esfuerzo ciudadano para que el voto sirva para corregir el rumbo. En una sola elección, si así lo decidiéramos, podríamos derrotar toda la politiquería. Tal vez no sucede porque nos hemos ido acostumbrando a este estado de cosas. Lo cierto es que el prestigio del presidente Uribe sirvió para conquistar amplios espacios políticos sin la utilización de ninguna práctica habitual de la politiquería. El voto de opinión demostró que no es minoritario en el país. Esa lección me devolvió la esperanza y me inspira a creer que es posible una nueva política para Colombia. Ojala así suceda en octubre.