ORLANDO CANO VALLEJO | El Nuevo Siglo
Martes, 15 de Abril de 2014

Sin Dios ni ley

 

La sociedad colombiana parece sumergida en un ambiente ácido, histérico, rabioso, intolerante y opuesto a cualquier ética del respeto y la solidaridad.

Esta Semana Santa debería hablarse menos de política, de economía y de conflicto armado. Podríamos pasar esas tediosas páginas del relato diario y centrarnos en el desarme de los espíritus y la sensibilidad humana. Buena forma de empezar a razonar sobre lo que hoy padece mayoría de sociedad colombiana, la cual pasa por precaria educación, vergonzante lugar mundial de nuestra enseñanza y el raquítico puesto en lectura y comprensión. Si le paramos bolas al flaco esqueleto de nuestra educación pública y privada encontraríamos parte de las raíces que hoy corroen nuestras fibras familiares, fuera y dentro de casa.

Si los Gobiernos de turno, el Congreso, la clase dirigente y dominante, la Iglesia, los vetustos gremios de la producción, los candidatos presidenciales, los jueces y las cortes, pasaran revista esta semana de reflexión al drama de las agresiones entre colombianos, podríamos tejer mejor sociedad.

Las gentes buenas del país que son la mayoría viven el viacrucis de una comunidad que parece perder el juicio, el rumbo, y aún más, la doctrina de la fe y la esperanza. Sin ley ni Dios.

Las agresiones a mujeres y hombres con ácido en sus rostros son demostración de que cambiamos con educación, o nos llevó el diablo. ¿Qué provoca tal mutación en el hombre? ¿Qué demonios asumen para hacer tal daño? ¿Qué antídoto ingieren para no sentir remordimiento? ¿Dónde el respeto a la vida? ¿Qué induce a una persona a querer borrarle la vida a otra, a torturarla y humillarla?

Niños y niñas en el microtráfico colegial. Padres desatentos a responsabilidades y obligaciones con sus hijos. Líderes de la sociedad ausentes de soluciones efectivas y objetivas. Dirigentes que politizaron su agenda y nada suman al renacimiento de valores. La moral por el suelo. No hay reglas de juego. Conductas torcidas de una porción de la población que anda despistada y arremete contra el prójimo. Pesada cruz la de inocentes que han soportado secuelas de ataques de toda índole. Infantes armados hasta los dientes para intimidar y ejercer matoneo. Maestros de escuelas y colegios mal formados, incapaces de familiarizar sanas costumbres con alumnos. Agresores lejos de principios éticos y morales por culpa de una elemental educación, si es que la hay.

Hora de actuar y transformar en procura de una nación que recobre el amor a la vida y el respeto a Dios, cualquiera sea nuestra idea del supremo.

Tiempo de curar heridas.