ORLANDO CANO VALLEJO | El Nuevo Siglo
Martes, 11 de Febrero de 2014

Y bien cara

 

La democracia es fuente donde se inspiran modelos políticos para desarrollar pueblos y naciones. No hay mayor esencia institucional que fortalecer democracia para crecimiento regional. Los pueblos se nutren de estructuras democráticas. Mientras más sólidas y transparentes, mayor cultura ciudadana, transformación política e identidad cultural. Pobreza e inequidad en América Latina son legado de estructuras democráticas frágiles o dominantes. El consenso para concertar desarrollo y crecimiento pasa por la participación ciudadana.

Colombia vive hoy todo ello. Dispone una democracia que se ha sostenido pese a los avatares de enemigos públicos: narcotráfico, guerrilla, parapolítica, narcocasetes, mafias, politiquería, corrupción y desprestigio del establecimiento.

En marzo y mayo habrá dos justas democráticas para definir el futuro nacional, continuar lo que tenemos, o dar cambios de poder, dependiendo de los ganadores en las urnas. Y serán votaciones bien costosas. 900 mil millones de pesos saldrán del bolsillo de colombianos para servir bien a candidatos a Presidencia y Congreso. Y si agregamos 50 mil millones de pesos que valdría consulta pro Petro en la alcaldía de Bogotá, las cifras rozan el billón de pesos.

Es plata que saldrá de caja de la nación. Dinero que vendrá de cada bolsillo ciudadano. Ya el Gobierno ‘cuadró caja’ para garantizar que estos recursos permitan salir a sufragar dos o tres veces este año. O cuatro si hay segunda vuelta en presidenciales.

Y en términos de costo-beneficio es donde ciudadanos no podemos equivocarnos. Eso sería hacer aún más costosas las elecciones.

Dirán algunos lectores que no hay mucho de donde escoger. Sin embargo, hay que echar mano de lo mejor. Candidatos y candidatas que tienen sus regiones o el país en la cabeza, dignos de crédito, ajenos a comparsas electoreras, amigos de buenas prácticas de Gobierno, son los llamados a liderar.

La patria boba no va más. Un nuevo país con esperanzas y objetivos tangibles, donde empleo, vivienda, ingreso, salud, educación, deporte, esparcimiento, cultura, seguridad y convivencia, perdón, olvido y reconciliación, sean nuestro nuevo orden social y democrático. Si sacamos provecho a la democracia, la valoramos y ‘explotamos’ dignamente, habrá valido la pena invertir ese billón de pesos. Tal vez carecemos de líderes, auténticos caudillos y humanistas que más que toldas rojas o azules, den lo mejor de su inteligencia y amor por el país, pero es posible que logremos mejorar si escogemos los menos malos.

Tristemente ausentes Álvaro Gómez Hurtado, Augusto Espinosa, Alfonso López, Carlos Lleras, Jaime Pardo, Alfonso Palacio, Juan Diego Jaramillo, Rodrigo Lara, Carlos Pizarro, Luis Carlos Galán, Bernardo Jaramillo, estamos llamados a no dar votos en falso.

La democracia no puede feriarse. Es cosa seria. Y bien cara.