La política
EN ocho meses llegan elecciones presidenciales y desde ya se agita cañaveral de aspirantes al Congreso, lo que expone economía nacional a una especie de catarro político. La muy segura aspiración reeleccionista del presidente Santos y el regreso al Senado del exmandatario Álvaro Uribe, le ponen corbatín a esta nueva justa electoral que influirá el clima de los negocios y las decisiones empresariales.
El ambiente preelectoral del país está matizado por conocer los eventuales contrincantes del presidente Santos y listas para Senado y Cámara. Este escenario político imprime un sello de incertidumbre y expectativa a la marcha de la economía y la toma de acciones por parte del sector privado. Significa que se corre el riesgo de un enfriamiento de la economía en los próximos meses que se irá acentuando con la cercanía de elecciones para Congreso y las presidenciales en mayo de 2014. Bueno sería que los empresarios reciban claras señales del Gobierno y los partidos políticos en el sentido de que será una campaña limpia que no expondrá temas sensibles a la opinión como el capital político de los candidatos. Asuntos vitales como el diferendo limítrofe con Nicaragua, los diálogos con las Farc, la restitución de tierras y la crisis agropecuaria, no deberían ser politizados en un intento por ganar capital político. Si políticos y Gobierno quieren que la economía no resulte maltrecha y los inversores paren sus proyectos de expansión o modernización, deberán jugar limpio en la arena política.
Lo que lleva a una campaña leal con propuestas efectivas y objetivas sobre reales problemas que aquejan nuestra sociedad. Mejorar el precario sistema de salud cerrando puertas al hurto, las concesiones con una cura definitiva que no permita que se roben los contratos, capitalizar la educación y sumar ideas para rescatar el campo de la crisis y fomentar agroindustria campesina, son desafíos a encarar. Para que la economía siga creciendo y resista embates de una costosa, larga y tediosa campaña electoral, donde la política no es digna de crédito, los aspirantes tendrán la oportunidad histórica de sepultar odios y sobre las diferencias construir salidas audaces e inmediatas que recobren la concordia social.
No habrá manera de evitar el impacto de las próximas justas electorales sobre el desarrollo nacional, pero sí es responsabilidad de la clase dirigente, enviar mensajes de esperanza al pueblo en el sentido que lo que hay es susceptible de mejorar, no de empeorar. El peor de los mundos sería que los candidatos arrecien sus críticas y no reparen. Urge campaña de ideas y propuestas, no de ofensas ni acusaciones. La política se reinventa y humaniza, o se hunde en el abstencionismo.