Los comediantes
Colombia, país de pocos consensos, pero demasiados enfrentamientos, parece sumido en un pugilato donde crece audiencia y se agolpan ciudadanos expectantes, distraídos por enardecido espectáculo de dirigentes que dividen la opinión, desorientan y nublan el futuro. Nada está ajeno al rifirrafe de políticos, comentaristas, expresidentes y críticos del proceso de paz con las Farc. Por fortuna, ni gremios ni empresarios han subido al cuadrilátero donde pelean a diario los que hacen y construyen, y los que cuestionan y nada hacen.
Lo que no puede hacer el presidente Santos y su vicepresidente Garzón es aceptar o casar discusiones estériles que solo polarizan y cofunden razón ciudadana. El Jefe de Estado entenderá que aún no es campaña y que comunidad no vería con buenos ojos que en lugar de estar al mando de la Nación se distraiga en menesteres que corresponden solo a políticos-candidatos. Una cosa es replicar arremetidas justas o salidas de tono de la oposición y otra es caer en trampa de la provocación. No puede dejarse ‘carear’ el Gobierno de quienes hace rato subieron al ring en busca de contrincantes.
Es tan lamentable el circo al que nos invitan comediantes de la política, que el viernes pasado fue tema pintoresco para oyentes en la W. El tema del día preguntó ¿a qué personajes pondría en el ring? Sobraron contrincantes. Qué ironía, en un país que requiere acuerdos sobre lo fundamental, consensos y unidad nacional. ¡Qué desperdicio de tiempo!
Lo complicado de un ambiente enrarecido como el que vive el país pasa por el efecto contaminación. La economía, el crecimiento, la inversión, el comercio, la creación de empresa, la entrada de nuevos capitales, la confianza y el optimismo, pueden sufrir las consecuencias de tan absurda división. Es ahí cuando la gente de bien, trabajadores y desempleados, empresarios y organismos multilaterales como Banco Mundial y BID, nos miran con recelo. Principales actores de la política y de la paz siembran desconcierto y cosechan incertidumbre. Cuando un país abandona la construcción de su provenir a través de consensos y concertación institucional es más difícil, por ejemplo, negociar la paz con la guerrilla, pues ésta se escuda en la falta de conciliación para reclamar, exigir y hasta cogobernar desde la mesa.
Sin puntos de encuentro entre políticos, poder judicial, órganos de control, exmandatarios y ejecutivo, se hace visible ausencia de nuevos valores políticos que vengan a poner orden en casa, y a mostrarles señales de esperanza a ciudadanos.
Como somos un pueblo de riñas, apuestas y premios al que más duro pegue, de morbo colectivo, de aplaudir peleas callejeras, las riñas de gallos, el sacrificio de toros, incentivo al matoneo, pues nos ‘deleita’ el roce aleve de nuestros dirigentes en campaña.