El cambio político resultó ganador en las elecciones. Los candidatos finalistas asumieron su vocería. Exalcaldes, uno curtido en luchas sociales y líder de oposición y otro, empresario exitoso con discurso radical antipolítico.
La democracia ciudadana eligió la opción del cambio social por más igualdad. Es la primera vez que un movimiento de izquierda accede a la Presidencia y que el discurso electoral triunfante plantea reformas estructurales al modelo económico del país.
Se trata de un efecto histórico a treinta años del proceso constituyente, que formalizó una negociación exitosa de paz. La alternancia es una condición natural que vigoriza las democracias. Llegar al gobierno por las urnas desde la oposición, es el camino de la racionalidad política.
Como gobernar es más difícil que ganar elecciones, el reto del Presidente electo es inmenso y grande el compromiso de la sociedad por contribuir a materializar ese deseo de cambio que se impuso.
Si bien es explicable el interés por identificar geográficamente dos países al hacer el análisis electoral y marcar dos tendencias políticas, es esencial reconocer que hay una sola nación, con ciudadanos que discrepan sobre las prioridades o modos del cambio. Una parte del país teme que un gobierno de izquierda restrinja las libertades, mientras la otra anhela construir mayor inclusión e igualdad.
La principal responsabilidad del gobierno que inicia es construir confianza sobre la posibilidad de armonizar las expectativas y diluir los temores, asegurando el respeto a la Constitución y a la justicia.
Es momento de identificar opciones que se abren para el país y para la región.
En lo político, tiene Colombia una segunda oportunidad para apropiar y realizar el acuerdo que terminó el conflicto armado y buscar la superación de toda forma de violencia, haciendo de la paz un objetivo estratégico acogido unánimemente.
Avanzar hacia una mejor convivencia en medio del disenso ideológico es una tarea inaplazable, que demanda un reacomodo del relacionamiento entre el gobierno, las fuerzas partidistas y la oposición. La política debe hablar con la sociedad.
Más clara no puede ser la voluntad popular. Es tiempo de reinventar la representación política y de iniciar la construcción de una democracia deliberativa, que dé prioridad al diálogo social y al reconocimiento de todos, desde la diversidad.
Una democracia ética, en la cual alcance la plata porque no se la roban. Gobernantes que en público y en privado actúen con la disposición de ser grabados en video abierto a una sociedad que reclama autoridad ejemplar.
En lo económico, se abre camino la posibilidad de conciliar un mercado fuerte con mayor equidad y una intervención pública estratégica, orientada por la sostenibilidad ambiental y social del capitalismo.
Es hora de capitalizar lo que se ha avanzado en protección social e inclusión, para consolidar un sistema integral de cuidado y seguridad humana, garante de la dignidad. Nada diferente a desarrollar un Estado de bienestar de nueva generación, en el que se puede ser referente a nivel mundial.
En lo internacional, el liderazgo de Colombia puede contribuir eficazmente a construir un renovado espacio de democracia e integración para las Américas, cuando el mundo multipolar demanda más humanización y globalización. No hay otro país que pueda asumir esa tarea.
En medio del imperceptible cambio de era que se experimenta por estos tiempos, se requiere convivir en la diferencia política. Con un 58% de participación electoral, el registro más alto obtenido, se probaron una vez más las instituciones. Si bien se reafirmó la democracia colombiana, las expectativas frente al porvenir reclaman un compromiso colectivo por el futuro y un generoso liderazgo de gobierno que contribuya al optimismo.