“El público necesita que se le dé a conocer la verdad”
He querido deliberadamente abstenerme de opinar sobre lo que viene sucediendo en torno a la problemática venezolana, a pesar de ser un tema casi obligado entre los colombianos. Esto porque, al igual que muchos otros observadores imparciales, podríamos ser malinterpretados, dado que tanto unos como otros bandos se atribuyen la razón a como dé lugar, y al mundo cada cual le "vende" su propia versión, según su conveniencia.
Para una situación tan sensible, la objetividad, y la independencia de criterio deben ser el fiel de la balanza; sin embargo, eso no sucede con todos los medios de comunicación.
Estos, al tomar partido, tienden a desfigurar la realidad, no siempre compartiendo la misma información.
Aquí realmente se trata de dos fuerzas políticas -socialismo y capitalismo- involucradas en un conflicto que se torna global y al cual América Latina no es ajena, frente a unas poblaciones divididas entre los que tienen necesidades insatisfechas y los que tratan de preservar sus privilegios.
De ahí que la objetividad e independencia para informar sean la base para poder entender la realidad e interpretar este complicado ajedrez político.
El público quiere y necesita que se le dé a conocer la verdad verdadera, no la que piense uno u otro periodista en función, igualmente, de sus propias simpatías
Su misión es proveer la noticia para que cada quien la analice, y la asimile, en lo posible, sin sesgos interpretativos del que la suministra.
De no ser así, viene la confusión y con ella las grandes equivocaciones que involucran y generan la culpabilidad de los medios de comunicación que la auspicien y toleren.
En mi anterior columna hablé del rencuentro con la moral, como un llamado a retomar el cauce de la honorabilidad, los valores morales y la ética en el ejercicio de las actividades públicas y privadas, para lo cual se requiere de una rigurosa diferenciación entre el bien y el mal, sus causas y consecuencias, mediante un adecuado discernimiento.
La historia se conforma de los relatos entre unas generaciones y otras, mediante la narración de los sucesos supuestamente veraces, pudiéndose caer en exageraciones o limitarse a contar lo que conviene, o incluso en algunas ocasiones ignorando a los verdaderos artífices.
En otras palabras, la capacidad para dilucidar con certeza cada situación requiere del análisis según la capacidad intelectual, la información que se disponga y hasta del sentido común, para no ‘tragar entero’.
Las buenas decisiones dependen de la capacidad de discernimiento de quien las toma pero, igualmente, de quien las obedece y aplica. Se trata de una tamizaje permanente.
De ahí la importancia de saber consultar fuentes de información en función de la verdad y objetividad, factores indispensables para precaver posibles determinaciones erradas.