En un conflicto como el vigente con el ELN toda acción violenta, sea esta estrictamente militar o terrorista, tiene un mensaje y unas consecuencias políticas derivadas de la oportunidad con la que se ejecuta y los medios empleados. Y esto lo saben muy bien quienes las ordenan o aceptan.
Entonces, ¿cuál fue el mensaje con las voladuras del oleoducto Caño Limón – Coveñas y los hostigamientos -con saldo de un muerto y dos heridos- ejecutados al amanecer del 10 de enero, fecha en que se iniciaba un nuevo ciclo de negociación para, entre otros, renegociar el cese bilateral del fuego y hostilidades, y los más de doce atentados en los días subsiguientes, pese a la postura del Gobierno de seguir negociando si hay muestras inequívocas en la misma dirección por parte del ELN?
¿Qué se puede colegir si a lo anterior se suma lo expresado por el nuevo jefe negociador del Gobierno, Gustavo Bell?: “Esa misma noche (lunes 8) nos reunimos con Pablo Beltrán, Aureliano y Bernardo del ELN… En esa reunión se habló en términos esperanzadores sobre la posibilidad de llegar a un acuerdo final antes del fin del mandato del presidente Santos. La reunión terminó en un ambiente positivo y quedamos de instalar oficialmente la mesa …”. Y ¿qué pensar de Pablo Beltrán cuando trata de justificar los atentados atribuyéndolos a “la compleja situación del conflicto que sufre el país”, agregando que “…pese a ellos no debe alterarse el curso de las conversaciones para lograr una salida política al conflicto”?
La respuesta salta a la vista: el ELN como un todo, o una parte de éste, no ha desistido de su proyecto de obtener la mayor cantidad posible de poder político mediante la violencia, en un ambiente en el que la mayoría de la opinión pública rechaza esa pretensión. Y si es solo una parte de esa organización la que está en dicha tónica, en la medida en que Pablo Beltrán más habla de negociación y de paz, sin respaldarse en hechos creíbles, en esa misma medida aumenta la proyección de una imagen de falsedad e hipocresía pura y dura.
Ahora bien, si los jefes del ELN no lo ven así, es porque su alienación ideológica les nubla completamente la mirada y no reconocen que hay ¿Algunos? ¿Varios? ¿Muchos? mandos medios y sectores que alcanzaron su “zona de confort” y se lucran en la “resistencia armada", razón por la cual no quieren que el conflicto termine.
Así las cosas, y teniendo en mente el debate electoral que ya comenzó, la única forma que va quedando para mantener el proceso de pacificación del país, es suspender la mesa de negociación hasta que un nuevo gobierno decida qué hacer. A no ser que, después de investigar y establecer responsabilidades, y poniendo en riesgo la prevalencia que le da a la unidad de la organización, el COCE de una explicación creíble al país.