No ha habido un político de la estatura de Álvaro Gómez, en Colombia, que se haya ocupado durante tanto tiempo de buscar un acuerdo sobre lo fundamental. Pocos lo recuerdan, más su concurso fue clave al haber actuado como secretario del Frente Nacional, cuando Alberto Lleras Camargo, vieja a España a convocar a Laureano Gómez, exilado en ese país, como jefe del partido conservador y gobernante derrocado, para formar una alianza con sus antiguos antagonistas liberales con el propósito de fumar la pipa de la paz y plantearles a los colombianos la salida del dictador y formar un gobierno de convivencia bipartidista.
Se da la lucha política del pueblo, para derrocar al dictador. Rojas Pinilla, quien, al salir apresuradamente del país, deja, temporalmente, una junta militar en el gobierno. Entonces, se convoca a un plebiscito que le devuelve la democracia al pueblo y se pacta el Frente Nacional, con el respaldo de los dos jefes políticos y de la mayoría de la población. Allí se alternan los dos partidos tradicionales y se logra una gran etapa de desarrollo nacional conviviente de los dos partidos en el poder.
Álvaro Gómez recordaba ocasionalmente la cita de Cicerón, en su ensayo La República, donde plantea que la cosa pública no es otra que la causa del pueblo, que da origen a la política cuando unos cuantos hombres nacidos primitivamente de la tierra, atrasados y un tanto bárbaros, deciden fundar la ciudad. Quizás, éstos se entendían por señas. Mas tuvieron la inteligencia de comunicarse y forjar un espacio de convivencia y seguridad. Cuando los canales de comunicación se omiten o se desprecian en el sistema democrático, casi que automáticamente se retrocede a la barbarie, al querer pretender que la voluntad del gobernante o de los subversivos se imponga por la fuerza.
Así que el mayor ensayo de convivencia política lo hizo varias veces Álvaro Gómez, al convocar a las gentes pensantes de los partidos a hacer política grande por el país. Lo que se centraba, en especial, en un gran pacto político para hacer desarrollo. Le dolía a Gómez, que los países asiáticos que por muchos años estuvieron más atrasados que Colombia a finales del siglo XX, avance más rápido que nosotros. Lo que atribuía en gran medida a la falta de una política nacional de desarrollo. Desde el momento que hace esas reflexiones su pensamiento político supera el esquema partidista, para hacer un planteamiento nacional por encima de las fronteras de las tribus políticas colombianas.
En uno de sus tantos editoriales al respecto dice: “Para que la democracia funcione se hace necesario que existan dos elementos: un consenso sobre los asuntos fundamentales del ordenamiento nacional, aquello que los ingleses llaman con tanta propiedad un agraement on fundamentals”. Tesis que ya acariciaba en el año de 1977. Esas reflexiones lo llevan a contrastar sus tesis con las fuerzas políticas contrarias y amigas, que no siempre lo entienden.
En la carta política de 1991 insiste en un plan de desarrollo para salir del atraso, convocando el gobierno y las energías nacionales, en ese sentido. Lo que nunca hemos hecho. Y en su último llamado a la posibilidad de hacer una política limpia, sostiene que los grandes objetivos que lo animan en esa cruzada política del acuerdo nacional, deben generar un contrato tácito entre quienes tienen la posibilidad de un logro y el anhelo de las gentes que andan buscando precisamente eso: que les muestren la posibilidad de una acción productiva, la viabilidad de un progreso, la conveniencia de una asociación. En eso consistiría que hubiese política. La política, la que tiene el valeroso y necesario propósito de convocar, hoy está desaparecida como elemento determinante de la acción pública.
Esa falta de política grande se perdió desde cuando asesinaron al insigne político en tiempos que denunciaba la corrupción y componendas del Régimen, que sigue vivo y coleando. Desde luego que hemos tenido política, más no de la dimensión que él proponía. Ningún gobierno ha podido acabar con el Régimen, por cuanto el mismo se mimetiza para seguir siendo el principal elemento de la corrupción en la política colombiana, incluso en cuanto a la supervivencia de la violencia en las zonas de la periferia del país y en buena parte de las zonas urbanas bajo predominio subversivo.
El presidente Gustavo Petro suele referirse con frecuencia a un acuerdo sobre lo fundamental, tal como lo proponía Álvaro Gómez, con la diferencia que éste lo hacía para fomentar el acuerdo político entre los colombianos, así como el desarrollo y consolidar la democracia. Y en el trasfondo de todo esto está la búsqueda del bien común. Sin un compromiso por la paz no puede darse el acuerdo sobre los fundamental. En tanto, el gobierno en vez de fortalecer las Fuerzas Armadas, las debilita y favorece una frontera difusa que divide más al país, donde los militares no pueden actuar so pretexto de las negociaciones de paz. Es la negación del acuerdo sobre lo fundamental que dice anhelar.