Ecos del viaje papal
“Ni el ojo vio, ni el oído oyó, ni al corazón del hombre llegó lo que Dios preparó para los que lo aman”. (I Cor. 2,9).
Así se expresaba hace dosmil años San Pablo, y es cuanto ha pregonado en estos días ante los jóvenes, y para todos los humanos, el sincero y sencillo Papa Francisco, esas maravillas que deleitan al creyente. El mismo S. Pablo, quien se rindió ante Jesús que lo invitaba a ser pregonero de su mensaje (Hech. 9), manifestó que lo puso en la “tarea” de anunciar, para darle cumplimiento, su palabra, “misterio escondido desde siglos y generaciones” (Col. 1,25). Es algo que se difunde con profunda convicción y experiencia, pues si lo hace es porque: “creí, por eso hablé” (II Cor. 4,13).
Cuál es la fascinación y entusiasmo que despierta el Papa Francisco, y así fue con Juan Pablo II y con Benedicto XVI tan vibrante en España hace tres años, sino la entrega de un mensaje precioso dado con total certeza (II Tim. 1,12) y que trasluce las maravillas de Dios, con lo que tiene prometido a quienes creen en Él. Es ese gozo eterno prometido a quien cree en Él (Jn. 11,26), con la garantía de que lo que se entrega, es algo “visto y oído”,como lo hace S. Juan (I Jn. 1,3), ese confidente íntimo de Jesús. No hay desengaño más grande que constatar falsedad o incerteza en quien nos guía en momentos difíciles, “pero qué satisfacción tan grande cuando ninguna duda despierta ese guía” y nos acompaña en los misterios de Dios.
Cuando al lado de la plena confianza en quien guía nuestros pasos escuchamos de él llamados cuya necesidad sentíamos, esto conforta el alma. Qué confortante oír de que el Papa Francisco, en Rio de Janeiro, haga meditar de nuevo en esa maravillosa verdad del amor de Dios que nos redime con la sangre de su divino Hijo, repitiendo a niños, jóvenes y mayores, que “en la cruz de Cristo está todo el amor de Dios”, ¡Qué bien que se reclame ante la humanidad la fe y práctica de una verdad cristiana sólida y no “licuada”! ¡Que bien que se invite, a que la Iglesia no esté ella escondida como temerosa de entregar su mensaje, o enclaustrada con solo sumisos creyentes, sin que salga a la calle!Qué bien recordar que no es solo anunciando sino viviendo, jerarcas y laicos, unas verdades, que se vean traslucidas en obras concretas, con acercamiento a los más pobres, y a los más pobres entre los pobres como son los alejados de la fe en Dios.
Indispensable insistir, en esa gran empresa de entregar el mensaje de Jesús a las gentes para vivirlo de verdad, que se ha de comenzar no por reclamos a los demás que cumplan sino por el empeño decidido de vivirlo personalmente. Esta es la primera y fundamental contribución para que tengamos la Iglesia comprometida y liberadora que reclamamos. Y es con adhesión al auténtico mensaje cristiano, sin ostentosas banderas prestadas a ideologías como el marxismo, sino con la verdad cristiana autentica, verdadera “Teología de la Liberación” como la presentada en mensajes papales como la Exhortación “El Anuncio del Evangelio” de Paulo VI. En esa línea está el ultimo capitulo de la reciente Encíclica La Luz de la Fe,que nos invita a los creyentes a construir, bajo el querer divino, “una ciudad para ellos”, todos los humanos.
Ha regresado el Papa Francisco a Roma, después de mezclarse evangélicamente con las gentes de su continente nativo, dejándonos el eco de su viaje, que repercuta en toda la humanidad, y en la propia Iglesia en todos sus estamentos comenzando por cada uno de sus fieles, con purificación de los propios dirigentes de ella, y en el ámbito del mismo Vaticano en donde tiene tanta renovación qué lograr este nuevo Francisco. “Vayan, sin temor a servir a los demás”,fue el último comprometedor mensaje que dio el Papa en el Brasil. Ejecutarlo, cada cual será el fruto del ese maravilloso viaje pontificio.
*Presidente del Tribunal Ecco. Nacional