MONSEÑOR LIBARDO RAMÍREZ GÓMEZ* | El Nuevo Siglo
Domingo, 24 de Febrero de 2013

Otra cara de la medalla

 

Diversos  comentarios ha suscitado la celebración del matrimonio de Daniel Palis y Natalia Ordóñez, hija del procurador Alejandro Ordóñez, con tendencia, la mayoría, a señalar aspectos presentados como muy criticables. Como testigo de excepción, habiendo presenciado en nombre de la Iglesia Católica ese matrimonio, libre de todo propósito distinto a prestar un servicio a personas que se acercaban con fe a ese gran Sacramento, creo que deba presentar otra cara de la medalla, distinta a la que bajo diversas miradas se le ha dado a ese evento religioso y social. Es preciso decir, de  plano, que desde el ángulo eclesial  rechazamos  que hubiera habido cualquier “sometimiento”,ante quien se busca hacer aparecer como un todopoderoso magnate en el momento colombiano.

        Es bueno que la “tolerancia”, que hoy por hoy se reclama,  sea no solo con quienes anhelan cosas nuevas sino también con quienes aman de corazón objetos, personas, lengua, culturas, que guardan en respetable sitial de honor. Se reclama respeto, por lo más estridente y extraño, en lo musical, entonces que se piense que hay también gentes que quieren gozar y difundir ritmos clásicos, y deben ser respetadas

          Se abre paso a las más deformes expresiones, del lenguaje popular, se pide estudio y resurrección de los dialectos de los aborígenes, pero hay extrañeza, y hasta desdén, cuando se revive, en momentos de culto, el uso del Latín, lengua con literatura cimera como pocas, utilizada en inmensas regiones por más de dos milenios, madre de decenas de lenguas modernas. Se critica que en algunas ocasiones, en la Misa, se utilicen textos en esa lengua veneranda, entendidos por centenares de personas cultas, es actitud hasta ridícula y fruto de  intolerancia o fanatismo.

        Después del Concilio Vaticano II se abrió paso a la celebración de la Misa en las lenguas de cada país, pero  los grandes Pontífices subsiguientes han tenido el cuidado de no dejar perder el estudio de la lengua latina, lo cual sepultaría la rica literatura y doctrina que en ella se expresó, y han autorizado, para que quienes lo quieran, tengan ritos sagrados realizados con utilización de ella. Acoger los cambios hacia lenguas modernas es sensato, pero cultivar las lenguas madres es signo de cultura y de respetable gusto.

Pasando a lo verdaderamente importante en la bodatan comentada, hay que poner de relieve que no fue la fiesta social con su desbordante lujo, ni el detalle de utilizar el idioma de la antigua Roma, sino que lo preponderante fue el hecho de la oportunidad de destacar la grandeza de cuanto se realizaba en el momento. Era acompañar  una pareja  católica que llegaba con fe a su Matrimonio Sacramento, y  no solamente  a un compromiso social. Por ello en la homilía destaqué esto, poniendo de relieve que estábamos ante un solemne compromiso que fue elevado por Jesucristo a la dignidad de  “signo sensible” de una realidad invisible (“misterio” ), que es lo que se realiza en las personas que lo reciben.

Tener presente lo anterior es destacar la otra cara de la medalla, distinta de tantas otras consideraciones. Es algo de cuanto ocurrió en la celebración tan criticada, momento providencial para recordarle a ese conglomerado de personas de altos cargos la grandeza del Matrimonio y de la familia debidamente conformados  y tan vilipendiado en nuestros días. “¡Oh feliz Culpa!”, canta la Iglesia en la noche de la Resurrección, ante el mismo pecado que fue la ocasión para la Redención del mundo, expresión que podemos parodiar diciendo “feliz suntuosidad” y ojeriza contra el Procurador si ha servido en algo para resucitar un gran valor ante una sociedad hundida en lo carnal y material, y que se destaque algo de tan invaluable contenido. Que esta nueva cara sea tenida en cuenta como resultado, muy positivo, de esa controvertida boda.

monlibardoramirez@hotmail.com

*Presidente del Tribunal Ecco. Nacional