PROGRAMA DENIGRANTE
Escarnio e infamia
Por más que se quiera minimizar lo presentado, o cubrirlo con el manto de querer purificación en la Iglesia Católica, los programas transmitidos por Caracol Televisión,preparados con tanta diligencia y sin ocultar complacencia, en “Séptimo Día”, en domingos anteriores, solo se pueden calificar de “escarnio” e “infamia”. Todo fue dirigido contra esa entidad que afilia la inmensa mayoría de los colombianos, y que tantas obras de bien ha realizado entre nosotros. Destacado y ecuánime escritor como es el padre Rafael de Brigard, ante esos infamantes programas, al tiempo que señalara los denodados esfuerzos de los directivos de la Iglesia por desterrar de ella los escándalos causados por algunos clérigos, con la rigidez del caso los señaló como “hechos con la peor servicia y ausencia de ética profesional”. (El Nuevo Siglo 08-03-15).
En el segundo programa, en el que en la forma más cruda presentaron hechos bochornosos lamentablemente cometidos por algunos clérigos, los matizaron con la valiente y tesonera actividad del Papa Benedicto XVI, y ahora del Papa Francisco, para erradicar ese doloroso cáncer que se venía dando en la Iglesia. Sin embargo, en su conjunto, se dedicaron a desdibujar esa denodada tarea con casos del pasado de exagerada indulgencia ante personas que al lado de sus flaquezas habían realizado hechos meritorios. Ante esos grandes esfuerzos, ante ese perdón humildemente implorado por unos padres espirituales por fallas de sus hijos, ante esa actitud de una Iglesia que declara y se esfuerza por “cero tolerancia” ante tales delitos, al menos actitud de noble reconocimiento debiera haber. Ha sido, en cambio, fiera dedicación a colocarla, con infamia y escarnio, en inclemente patíbulo, frente a todo el pueblo colombiano y de otras naciones.
Ante el primer programa denigrante, el obispo Daniel Falla, secretario de la Conferencia Episcopal, envió a los medios de comunicación con claras presiones, acogida en parte, en el segundo, pero sin una sola rectificación sino aseverando que todo lo dicho era “verdad comprobada”. Nada veraz esa aseveración cuando en el tal programa, se dio crédito a personas resentidas que dieron cifras sin real fundamento, y proporciones artificiosamente construidas, sobre fallas que la Iglesia reconoce pero que, como lo ha expresado el Papa Francisco, han sido en ínfima medida ante las infinitas bondades de tantos ministros de Dios. Se dio cabida a fugaces intervenciones de quienes algo rectificamos, al tiempo que se daba espacio a cuantos lanzaran bocanadas de descrédito a la Iglesia. Después de tanta infamia y escarnio, querer con fugaz reconocimiento de los gigantescos testimonios de personas de Iglesia y decir que cuanto se ha querido es purificarla de “manzanas podridas”, es cínico intento después de tan injusto tratamiento.
Cuando se propician hechos de paz y de perdón, poner en picota pública actuaciones vitandas, así sean algunas verdaderas, de dirigentes de la Iglesia, no es colaboración en ese empeño, sino, como lo calificara el ya comentado padre De Brigard, “fomentar el odio”. Qué tal que de familias honestas y benefactores de pueblos y naciones, en lugar de merecidos reconocimientos nos dedicáramos a extraer de cloacas lo podrido que en alguna forma se haya infiltrado en ellas. Qué tal que para presentar a Colombia al mundo, en lugar de tanta bondad del pueblo nuestro, alguien se dedicara a poner en pantalla los atroces crímenes e inmoralidades que infortunadamente, comenten algunos de nuestros conciudadanos.
Ante esos malhadados empeños de infamia y difamación, y refinado escarnio, está siempre la irrefutable verdad del testimonio de tantos líderes de la Iglesia, algo que sí merecería múltiples programas de gran valor constructivo, en lugar de ir detrás de carroñas como cuervos que se deleitan con podridos potajes.
*Presidente del Tribunal Ecco. Nal.