“Acercarnos al amplio contenido de la Encíclica”
UN TEMA TRASCENDENTAL
Reflexión gozosa y dramática (I)
COMO continuación de su preciosa Exhortación Apostólica “La Alegría del Evangelio” (24-11-13), con grande aporte en doctrina social, nos entrega ahora (24-05-15), el Papa Francisco, como testimonio de su fe y amor hacia Dios y a su maravillosa creación, la nueva Encíclica Laudato Si, mi Signore. El cardenal jesuita Jorge Bergoglio escogió nombre como sucesor de S. Pedro el de Francisco, cuya sola evocación hace pensar en quien sube hasta Dios entre un coro de alabanza de todo lo creado. Brota del corazón de Francisco de Asís, y ahora del Papa Francisco, con esta Encíclica, un himno maravilloso.
“¡Alabado seas, mi Señor, con todas tus criaturas, especialmente el hermano sol… por la hermana luna y las estrellas…y el cielo sereno…por la hermana agua, humilde preciosa y casta, por el hermoso fuego…todo es bello, alegre, vigoroso y fuerte!”. Así cantó Francisco de Asís, y, ahora el Papa Francisco quiere convertir el amor a la naturaleza, su cuidado y cultivo en todos los aspectos de las realidades de hoy, en armonioso himno del Creador con el ser humano como su centro.
Qué bien, en medio de las desesperanzas del mundo de hoy y de Colombia, que buscan progreso, avance y paz, pero de espaldas a Dios, y bajo presión de ideologías en manifiesta contraposición a enseñanzas que emanan de la fe en Dios, que tengamos, nuevo pronunciamiento, claro y bien documentado, del actual Pontífice. Qué gozo encontrar una oportuna reflexión dada por él, con mente diáfana y corazón en la mano, sobre un tema de tanta trascendencia para la humanidad como es el ecológico.
Desde hace milenios desde el pensamiento Judeo-cristiano, a partir de los libros de la Biblia, se ha sentado cátedra sobre el aprecio por la naturaleza, obra no del acaso sino de la sabiduría y poder divinos, que exige de los humanos llevarla adelante (Gen. 1, 27-31). Bellas y reales las expresiones que brotan cuando se tiene la certeza de que las maravillas que nos rodean son obra del Hacedor divino, que saca al hombre de la misma naturaleza que lo va a rodear, pues lo forma “con el polvo del suelo”, al que le da “un soplo divino”, su espíritu (Gen. 2,7). De allí saca este ser viviente, que, por su aspecto espiritual, y por ende inmortal, al darle vida dijo: “hagamos al hombre a nuestro imagen y semejanza” (Gen.1,26). Ante esa grandeza y dignidad del ser humano, completado con toda la naturaleza, debe dar gracias a Dios y considerar “el suelo, el agua, montañas, todo como caricia de Dios” (n. 84).
Son bellas esas ideas para acercarnos al amplio contenido de la Encíclica, y mas bello es que son apenas como un asomarnos, con la luz de la fe a la belleza de la naturaleza creada, que hacen como olvidar, por un momento, el negro panorama y que se prevé en un futuro si no se pone dique a los males que pueden venir sobre la humanidad. Ese pensamiento, iluminado por la fe, lo recuerda el Papa al final de la Encíclica (Nros. 216-227 y 233-246), y da, ánimo y alegre compromiso de afrontar las tareas que se vean necesarias.
Se refiere el Papa, a lo largo de la Encíclica, a los graves descarríos y pecados de la humanidad, entre ellos los destrozos y descuido de la naturaleza, y crímenes contra la vida, que se siguen cometiendo a lo largo de los milenios, que reclaman recordar a la humanidad de hoy el severo llamado al primer homicida (Gen. 4, 9-11), y que ante caprichosa reincidencia en tanta maldad se recuerda la expresión bíblica de que a Dios “le pesa haber creado al hombre en la Tierra”. (Gene. 6.13).
Pero el acento del Papa, del tratar con tanta competencia el tema de una “ecología integral” es de confianza en que los humanos asumamos “hacernos cargo de esta casa que se nos confió” (n. 244). De “reflexión gozosa y dramática” califica el Papa Francisco esta Encíclica que ha impactado al mundo, y que seguiremos comentando (Continuará).
*Expresidente del Tribunal Ecco. Nal.