UNA PAZ VERDADERA
Solo en Ti confío
Va culminando este mes del Sagrado Corazón, a quien el creyente pueblo colombiano acude con confianza, así como a Nuestra Señora de Chiquinquirá, Reina de Colombia. Terca y tozudamente algunos se empeñan en dar “pasos de avanzada”, lejos y muy lejos del testimonio y mandatos de esos celestes protectores, pero, visiblemente, en medio de esos ambientes hostiles a la fe, prosigue el cultivo de fidelidad a los valores superiores que ellos nos señalan. Para salir adelante lo podremos pero emprendiendo los caminos que el Señor nos señala, atentos a la voz de la Madre suya y nuestra, que nos dice: “hagan lo que Él les diga” (Jn. 2,6). Seguros de su asistencia, solo a ÉL le decimos: “En Ti confío”.
Hay tantos momentos en los que todo da para colectivo desconcierto, por total enfrentamiento de pareceres para sacar adelante nuestra Colombia, en donde tenemos tantos aspectos positivos, pero, a la vez tanto esfuerzo por volver trizas el emporio de bien que Dios nos ha dado, y que es fruto de nuestros meritorios antepasados. Con los principios sabios que hemos heredado, que sí dan, al acogerlos, seguridad, prosperidad y paz. Cómo sería de favorable el ambiente que tuviéramos si se les hubiera dado la debida atención y cultivado con entusiasmo y dedicación. Qué frutos de bien, tuviéramos si en Colombia, y en el mundo, fueran axiomas aceptados y respetados:la honestidad, el servicio denodado y desinteresado, el respeto a la vida humana desde la concepción hasta la muerte natural, el respeto a la libertad religiosa y a la objeción de conciencia. Paz y bien tendremos cuando se respeten estos otros axiomas: rechazo a todo crimen contra la vida y honra de los ciudadanos, a todo negocio turbio o fruto de narcotráfico, a todo aprovechamiento personal o grupal del erario, a toda acción de libertinaje sexual contraría a ley natural.
Dolorosamente, antes que asumir esos axiomas está el pregón de los alzados en armas, sentados cómodamente en mesa de negociaciones en La Habana, y que siguen ordenando atroces asaltos en Colombia, que presentan como algo mesiánico “para conseguir la paz”, los más atrevidos desenfrenos y hasta la comisión de crímenes. Presentan como ideales salvadores de Colombia el “derecho a la rebelión”, la justificación de los más atroces y sangrientos actos de violencia si son reclamados por una “justa causa”.
Doloroso, también, percibir que personas de ideales superiores, se dejen mentalizar de gentes con tan absurdos ideales, y estimen se les deban atender sus propuestas, porque las visten bajo el ropaje de que solo así se lograrán detener los ríos de sangre en que ha estado sumido el país. Pero, una paz con esas bases no será nunca paz sino tierra abonada para que impere la primitiva “ley del más fuerte”. Sí aceptaren tratados de paz bajo esos ideales, se estaría cocinando más bien un “proceso de guerra”. Es grave que las anteriores constataciones no son prevención sino anotado de cuanto se ventila y ostenta en La Habana, pretensiones que se señalan como mesiánico camino para lograr la paz, lo cual despierta más que razonables inquietudes de quienes no somos enemigos de la paz sino que anhelamos que se llegue a una paz verdadera.
Nos duele que en este pueblo colombiano, sano y fiel a la voz de Dios, por la manera como se orquesta una campaña, que, con el halago de la paz, se deje que se implanten ideales totalmente opuestos a su fe y tradiciones. Se levantan esos mesiánicos ideales, y hay silencio ante ello, cuando esto merece una decidida reacción, de rechazo de esas deletéreas propuestas, y condiciones para tratados de paz, sin aceptación de los axiomas anotados, sin escuchar los llamados divinos. Solo queda rechazar engañosos ideales y decir a un solo coro: “¡Solo en Ti confío Señor!”. Esto no es ir contra la paz sino pedir se construya paz verdadera.
*Expresidente del Tribunal Ecco. Nal.