Monseñor Libardo Ramírez Gómez* | El Nuevo Siglo
Domingo, 16 de Noviembre de 2014

ASPECTOS BÁSICOS

Hablemos de eutanasia (I)

 

Eutanasia  (en -thanatos), o “buena muerte” o “muerte digna”-, es algo que anhela todo ser racional. Pero, cuál es la manera de lograrla, y si se tiene derecho de propiciarla directamente, es algo que da para larga discusión, en la que entran factores culturales, científicos y religiosos. Es tema sobre el cual sin actitud beligerante sino en un compartir sobre el sentido de la vida y de la muerte, está bien que hablemos, y pongamos sobre la mesa aspectos básicos que llevan a las diversas posiciones.

Con respeto a quienes de planta rechazan, convencidos, la existencia de un Dios creador, los creyentes ponemos de presente nuestras convicciones plenas en esa verdad que nos ubica en posición totalmente distinta de la de aquellos. Hay para nosotros, irrebatible verdad que cambia totalmente la apreciación de humanos creados por un divino Hacedor, como suprema obra de su creación, con dotes de infinitos valores como su inteligencia y voluntad, y con leyes qué atender, como las dadas a todos los seres creados. Es preciosa la expresión del gran Pontífice Juan Pablo II, cuando en su encíclica“El Evangelio de la Vida” habla de la sapiente obra de la creación ejecutada por Dios, quien, al final, y como culmen de ella crea los seres humanos. Con esta su obra maestra, hecha el sexto día, ya puede pasar con satisfacción al descanso del séptimo día. Agrega el  Papa: “había creado al hombre dotado de razón, capaz de imitarle, émulo de sus virtudes, anhelante de las gracias celestes” (n. 35 d).

Acogidas, así, las cosas, no como un sueño o ilusión sino como evidente verdad, se entiende el valor infinito que apreciamos en el ser humano, lo precioso de su vida, el don precioso de la libertad del que Dios lo ha dotado, pero, también, que debe atender leyes que ha grabado en su corazón, y que de diversas maneras le ha revelado. Todo en el universo, cuyo origen racionalmente comprendemos que no ha salido del ocaso, tiene para su conservación sus leyes cuya observancia evita hecatombes, y, en medio de ese maravilloso orden, los humanos no pueden arrogarse ser, como expresaba en momento de cordura el ateo Nietsche, “una disonancia hecha carne”. Es, entonces, en ese contexto, en donde aparece el valor de la vida humana, y con su proyección segura para el creyente hacia su prolongación en unidad con Dios, por eternidad de eternidades, y engrandecida, para los creyentes en Cristo Hijo de Dios hecho hombre, al entrar Él, por su encarnación, a ser parte de esta humana progenie.

No imponemos a nadie los creyentes esas para nosotros irrebatibles verdades, pero con serenidad y certeza las exponemos a toda la humanidad, con afirmaciones como la consignada en laConstitución “Alegría y Esperanza”, del Vaticano II, que para cuidado de ese don dado a la criatura humana, de tanta dignidad, afirma: “Dios, Señor de la vida, ha confiado a los hombres la insigne misión de conservarla, misión que ha de llevarse a cabo de modo digno del hombre”. Agrega: “por tanto, la vida, desde su concepción, ha  de ser salvaguardada con máximo cuidado”. (n. 51 c). Estas convicciones milenarias, con expresiones bíblicas enérgicas ante quienes como Caín atentan contra la vida (Gen. 4,10), hacen que Juan Pablo II, en la citada Encíclica, presente, como un llamado en lo profundo de la conciencia de cada hombre, “respetar el carácter inviolable de la vida, suya y de los demás, como realidad que no le pertenece, porque es propiedad y don de Dios Creador y Padre” (n. 40).

Frente a los confortantes conceptos de los creyentes sobre la vida se han de colocar los relacionados con la muerte, ante la cual son tan contrastantes con los de no creyentes. Es el tema que después de haber destacado el valor de la vida humana, hemos de profundizar al reflexionar sobre “eutanasia” o final de la vida terrena con una buena y digna muerte. (Continuará).

monlibardoramirez@hotmail.com

*Presidente del Tribunal Ecco.Nal.