Sumergidos en misericordia divina
Cómo nos complace ver fotografías que nos muestren diversas facetas del rostro de un ser querido y eso nos ocurre, también, ante la posibilidad de desde este valle de lágrimas el rostro de Dios. Fue justo anhelo que llevó al Apóstol Felipe a decirle a Jesús: “¡Muéstranos al Padre, y nos basta¡” (Jn. 13,8). El Maestro le responde: “El que me ha visto a mí, ha visto al Padre”. Entonces, Jesús, Hijo de Dios hecho hombre, de bondad y misericordia infinitas, es el rostro del Padre que contempló María y José, y los pastorcitos de Belén, y los privilegiados discípulos que lo vieron antes y después de su resurrección.
El rostro de Yahve, “el que soy” (Ex. 3,14), el Dios de Abraham y los patriarcas, no, fue visto por Moisés sino que solo escuchó su voz desde una zarza ardiente, y temía ver ese rostro adorable (Ex. 3,6). Pero ya Dios, hecho hombre, fue familiarmente visto por sus contemporáneos, y Él mismo se presentó como rostro del Padre, y manifestación salvifica no solo de un Dios existente, “el que soy”, sino de algo de su esencia divina”, “Dios amor”, (I Jn. 4,8).
Acercarnos a ese verdadero rostro divino, bajo esas dos preciosas realidades “amor y misericordia”, fue tarea constante del gran Pontífice Juan Pablo II. En el tercer año de su pontificado (30-11-80), presentó el Papa a Jesucristo como expresión del infinito amor del Padre en su preciosa Encíclica a “Dios rico en misericordia”.
En esa línea de inmensa devoción a la misericordia divina fue llevado Juan Pablo II por algo conocido desde su infancia y fue el mensaje del mismo Corazón del Redentor entregado a la humilde y piadosa novicia Faustina Kowaska en Cracovia (22-02-31), algo reconocido como auténtico por la Iglesia, como nueva expresión celeste de complacencia por la devoción impulsada desde Paray Le Monial por sus revelaciones a Santa Margarita María de Alacoque (1636). Llegando al pontificado Karol Wojtila lleva a los altares a aquella privilegiada vidente, e impulsa la devoción a esa realidad magnífica de la misericordia divina con la mencionada Encíclica, y establece para el domingo inmediatamente después de Pascua gran festividad en su honor. Muere el Papa la víspera de la fiesta de esta su especial devoción (02-04-05) y es exaltando como santo ese propio día (2014).
Inspirado en esa voluntad de Juan Pablo II, bajo Benedicto XVI se organiza un primer Congreso con reflexión en el gran bien de la misericordia divina, celebrado en Roma, en la Basílica de Letrán (02 al 06-04-08), y una segunda año 2011. Colombia fue escogida como sede del Tercer Congreso mundial que se celebra en estos días (15 a 28-08) presidido por los cardenales de Santiago de Chile, Francisco Errázuri, y el de Viena, Cristhofer Sihorboran. Buen número de cardenales y obispos participan en este gran Congreso, con conferencias y celebraciones en diversos sitios de nuestra ciudad capital y localidades vecinas.
En medio de las grandes dificultades por las que atraviesa nuestro país, cuando con diversos estilos se busca verdadera paz, con exigencia arrepentimiento de crímenes cometidos y de generoso perdón y misericordia, pero sin impunidad frente atrocidades de que han sido víctimas tantos inocentes, qué bien este baño de bondades divinas imploradas ante Jesús de la Divina Misericordia. Es el anhelo que no sea solamente pomposa celebración, sino que el mismo Jesús, con la fuerza del divino Espíritu, con los efluvios de amor de su Corazón santísimo, hagan que este creyente pueblo nuestro se sumerja en la Misericordia de Dios. Que con esta ferviente vivencia, proyectada hacia una Nueva Evangelización promovida con especial entusiasmo en nuestros días, con asistencia de lo Alto, y no de espaldas a ella, lleguemos a esa anhelada paz que unidos hemos de construir, así “sumergidos en la misericordia divina”.
*Presidente del Tribunal Ecco.Nal.