‘A vivir la alegría del Evangelio’ (VII)
Después de 34 numerales del capítulo III (110-144), ya comentados, de la Exhortación La Alegría del Evangelio,continúa el Papa en otros 30 (145-175) dando importantes indicaciones sobre la base bíblica,que ha de conocer a fondo el evangelizador si quiere ser verdadero trasmisor del mensaje de Jesús. Insiste, enseguida, en la responsable preparación de toda predicación, con piadosa invocación al Espíritu Santo, y con señalamiento de “deshonesto e irresponsable” a quien no se prepara con esa actitud (n. 145). Ha de prepararse con amor y con humilde asombro y veneración la Palabra (n. 146). Pide que se destaque el mensaje principal que haya en el texto proclamado, y tener en cuenta la conexión con el contenido de toda la Biblia (n. 147-148).
Es fundamental, dice el Papa, tener lo principal en la preparación de la predicación, y es la vivencia del mensaje que se da a los demás: “la mayor o menor santidad del ministro influye, realmente, en el anuncio de la Palabra” (n. 149, PDV 26). Es necesario “dejarse conmover por la Palabra”, y, según expresión de Santo Tomás: “comunicar a otro lo que se ha contemplado” (n. 150). Si el predicador no deja que la Palabra toque su propia vida será falso profeta, un estafador, un charlatán vacío (n. 151).
Invita el Papa, a todo creyente, a la lectura meditada de la Palabra de Dios, y, a la luz de ella, a un crecimiento en la vida espiritual, a través del discernimiento evangélico (n. 152-54). Al comunicarla está bien valerse de ejemplos, para hacerla más comprensible, y, que sea en forma“sencilla, clara, directa” (n. 158). Recomienda que cuando al predicar se señala algo negativo, se pase, siempre, a proponer algo positivo (n. 159).
Insiste, el Papa Francisco, en tener en cuenta cimentar las enseñanzas del primer anuncio, o “Kerigma”, que lleva a creer en Jesucristo que con su muerte y resurrección, nos revela y nos comunica la misericordia infinita del Padre; esto no significa, simplemente, que sea para anunciar de primero sino qué “es lo principal”, y que siempre hay que volver a escuchar (n. 164). De allí pasa a dar relieve a la “iniciación mistagógica”, o sea “la necesaria progresividad de la experiencia formativa, donde interviene toda la comunidad” (n. 166). Culmina con insistente llamado a la vivencia alegre de la Palabra, mostrando que es “camino de la belleza”, porque: “creer en Él, y seguirle no es solo algo verdadero y justo, sino también bello, capaz de colmar la vida de nuevo resplandor y de un gozo profundo” (n. 167).
Fruto del anterior entusiasmo es “atreverse a encontrar nuevos signos y símbolos” para la transmisión de la Palabra (n. 168), retornando, con paciencia y amor, al estilo de aproximación persona a persona, con “arte de acompañamiento” sencillo y respetuoso, aprendiendo a quitarse las sandalias ante la tierra sagrada del otro (Ex 3,5) (n. 169), en estilo que lleve siempre a Dios, al margen del cual no habría verdadero peregrinar (n. 170). Ese acompañamiento fraterno es un “proceso donde campea la prudencia y capacidad de compromiso, arte de esperar con docilidad al Espíritu”. Así se avanzará en una pedagogía que lleve a la asimilación del misterio” (n. 171). Ratifica, el Papa: “Toda la Evangelización está fundada en la Palabra de Dios. De allí que; “la Iglesia no evangeliza si no se deja constantemente evangelizar”.Es que: “El estudio de la Sagrada Escritura debe ser una puerta abierta a todos los creyentes”, hay que llegar a tener “familiaridad con la Palabra de Dios” (n. 174-175).
Los tres primeros capítulos de la magistral exhortación que venimos comentandoabren la puerta a los otros dos que acentuarán temas de tanto interés con “La dimensión social de la evangelización”, y el gran llamado a ser “Evangelizadores con Espíritu” (Continuará).
*Presidente del Tribunal Ecco. Nal