Monseñor Libardo Ramírez G. | El Nuevo Siglo
Domingo, 10 de Abril de 2016

Entre coincidencias y discrepancias

 

ES de seres racionales dialogar con sinceridad y claridad, exponer las propias ideas, escuchar interlocutores de convicciones contrarias con apertura a entender su pensamiento, y tratar de comprender el por qué de esas diferencias, sin atribuirlo a capricho o mala fe.

En ese ambiente, vengo dialogando con el apreciado jesuita Francisco De Roux, con reconocimiento en él de amplia formación académica, con adhesión grande al mensaje  de Jesús de Nazaret, deseo de servir a los hermanos, en especial a los más humildes, con experiencia de 13 años en regiones azotadas por la violencia. De mi parte, con 9 años de vida más que él, con similares antecedentes académicos, convicción religiosa cristiana profunda, con entrega total de vida a seguir los pasos de Jesús en el servicio a los humanos, sin distingos, con pensamientos que me acerca más a la derecha, pero con independencia plena de partidos con esa marca. Me encuentro con  un P. De Roux con pensamiento que lo acerca a la izquierda, pero con rechazo de los extremistas de esa línea lanzados a la violencia, con reclamo de justicia social con principios cristianos aunque con gran admiración de otras corrientes, e inclinación a gran benevolencia con los que, se han dejado llevar acciones violentas.

No obstante puntos de partida contrastantes, encontramos apreciables coincidencias, con complacencia del P. De Roux por mis reflexiones dominicales en EL NUEVO SIGLO. De mi lado coincido con él en buena parte de escritos como el reportaje a El Tiempo (03-04-16) sobre el controvertido tema de los diálogos de paz” con la Farc y el intento de hacerlos con el Eln. De entrada coincidimos en el pensamiento, que para llegar a algo realmente estable, en ese intento, hay que dejar sentado que: “lo que está en juego no es el futuro del Presidente Santos, ni el futuro político del expresidente Uribe, ni el futuro del Eln, ni el futuro de la Farc, sino la posibilidad de que podamos vivir como seres humanos”.

Días antes, en mi columna dominical en EL NUEVO SIGLO (23-03-16), titulada Con bases verdaderas”, advertía que la paz es algo que anhelamos todos los buenos colombianos, que no debe tener nombre, ni ser bandera de campañas políticas, y, que un acuerdo de paz con quienes han tenido y siguen teniendo en alto, como honroso, haber cometido actos violentos, no debe ser por cumplir fechas ni quedar bien ante la opinión nacional o internacional, sino porque, realmente en lo acordado hay bases firmes de justicia y verdad, con real compromiso de no más empuñar armas ni cometer crímenes.

Siento acorde al P. De Roux sobre que es con bases de esa naturaleza, deslindadas de nombres y ofrecimientos económicos y burocráticos a quienes secunden un tratado. De lo contrario es mentira que se esté poniendo fin a 60 años de conflicto, y será, más bien, dejar puerta abierta para centenares de años de guerra. Nos une, también, con el P. De Roux la necesidad en despolitizar los acuerdos y tratados, liberarlos del ofrecimiento ya no de “mermelada” sino de “torta burocrática” a personas y partidos que los apoyen y con aprobación de puntos contrarios al pensamiento del País, de espaldas al Constituyente Primario”, como es el pueblo, según tesis que se van exponiendo para sacar cuasi dictatorialmente lo que se logre firmar con rebeldes insaciables en solicitud de concesiones.

Por el penúltimo párrafo del artículo aludido de mi interlocutor, lo encuentro demasiado benigno con los criminales de ayer. En esto no  coincido. En busca de reconciliación y paz, pienso yo, que, sin romper el diálogo con el respetado P. De Roux, es indispensable exigir arrepentimiento, de todos, de todo acto de violencia y corrupción, con petición de perdón por ellos. Así si tendremos paz verdadera para  tener “posibilidad  de que podamos vivir, establemente, como seres humanos”.

Email: monlibardoramirez@hotmail.com

*Obispo Emérito de Garzón