PROGRESO MÁS SANO
Reflexión gozosa y dramática (VI)
Va culminando el Papa Francisco el tema El Evangelio de la Creacióndel Cap. II de su Laudato Si,con alarmantes pero reales constataciones del peligro al que llevamos a la Tierra los mismos humanos, pero con esperanza de superación cuando lleguemos a hacer familia con toda la creación. Ya así, con tono optimista, pasa a insistir en el “destino común de los bienes” de la creación, pues “la Tierra es esencialmente una herencia común”, y, por ello, “el derecho universal a su uso”, como “regla de oro”. De allí que un verdadero “desarrollo de los pueblos” debe darse con miras a toda la familia humana” (n. 93).
Es de advertir que todo aquel programa “está en la mirada de Jesús”, de quien es de recordar su contacto con la naturaleza creada, sus parábolas sacadas del ambiente rural, su trabajo de carpintero (Mc. 6,3) que pone al servicio humano los elementos que da la creación. Concluye, poéticamente, esta perspectiva de la mirada de Jesús, puesta de relieve en el Evangelio: “las mismas flores del campo y las aves que Él contempló, admirado con sus ojos humanos, ahora están llenas de su presencia luminosa” (104).
Puestas esas bases profundas de la Introducción y primeros dos capítulos, hay motivo para la recomendación de ponerle suma atención a una “ecología integral”, de la que habla desde el principio (n. 11), y a cuya crisis señala, en el capítulo III, una “raíz humana”. Es allí en donde invita a la reflexión de las consecuencias de la “tecnología” cuyo “poderío nos pone en una encrucijada”. Recuerda los grandes avances de los dos últimos siglos, lo cual está bien pues “la modificación de la naturaleza, con fines útiles, es una característica de la humanidad” (n. 102), pero estamos ante un “tremendo poder” que hemos adquirido, y “nunca la humanidad tuvo tanto poder sobre sí misma”, con lamentable consecuencia de enfocar ese poder “al servicio de matanza de millares de personas al convertirlo en instrumento de guerra (n. 104). Hay qué controlar ese poderío, pues no se puede pensar que todo incremento de él sea signo de verdadero progreso” (n. 105).
Se detiene, el Papa, en el tema de la “globalización del paradigma tecnocrático”, en donde destaca cómo siempre se ha dado la intervención humana en la naturaleza, con el poder de extraer todo lo posible de las cosas con olvido de la realidad humana a la que deben servir (n. 106). Hay qué cuidarse de “constituir la metodología, y los objetivos de la tecnocracia, en paradigma que condicione la vida de las personas”. Efecto de ello es llegar a “la degradación del ambiente”.
Igualmente señala el peligro del “paradigma cultural”, que quisiera desplazar el derecho a elegir estilo de vida, en forma independiente de cuanto ese paradigma imponga, y que nada queda por fuera de su “férrea lógica”. Bajo esa exageración la libertad y la creatividad quedarían reducidas (n. 108). Desbordamiento del que hay que cuidarse, también, el “paradigma en la economía y la política”, que puede llevar a ahogar al ser humano con sus desbordadas imposiciones (n. 109).
Viene prudente llamada, en la Encíclica, a tener siempre una “mirada de conjunto” (n. 110), y, de allí, que una verdadera “cultura ecológica” no puede reducirse a una serie de respuestas urgentes y parciales, sino que debe ser “una mirada distinta, un pensamiento, un programa amplio que confirme una resistencia al “paradigma tecnocrático”. Esto para que esfuerzos sanos no queden “encerrados en la lógica de la globalización” (n. 111). Es que es preciso volver a ampliar la mirada, y la libertad humana, capaces de limitar la técnica, orientarla y colocarla al servicio de otro tipo de progreso más sano, más humano, más social, más integral contribuyendo a una verdadera “civilización tecnológica” (n. 112) (Continuará).
*Expresidente del Tribunal Ecco. Nal.