Un papa que queda en la historia (II)
Grande ha sido el hecho de que Benedicto XVI, en estos apretados años, hubiera tomado el bagaje de invaluable valor de sus antecesores, desde el mismo S. Pedro, y dejarlo bastante centrado con su ordenado espíritu alemán, con su disciplina intelectual, con su fidelidad a Cristo y a su Iglesia, con su piedad profunda bajo el amparo de la Madre de Jesús, Reina de los Apóstoles. Diversas circunstancias afrontó este papa con lucidez y valor, pero, principalmente, haber hecho frente con magistral tino al gran mal de nuestros días como es el “relativismo”, y haber sobrevolado sobre el difícil ambiente que le correspondió, como acompasada ala del espíritu con su gran antecesor Juan Pablo II. Haber entregado una Iglesia con rumbo definido, pero que necesita un timonel con renovadas fuerzas, es lo de mayor dimensión histórica que nos deja.
Se han destacado, con razón, aspectos que el Papa Benedicto XVI afrontó con gran prudencia y decisión, haciendo cuanto creyó debía cumplir a conciencia. Problema visible y atormentador para afrontar, vergüenza en una Iglesia que aspira tener el calificativo de “Santa”, el de la pedofilia de parte de clérigos, que reclama sanciones espirituales las más ejemplares de parte de la Iglesia y duras penas físicas de parte de las autoridades civiles, así como reparación a las víctimas. No ha sido la consigna de la Iglesia el “tapen, tapen”, como muchos han calificado la acción prudente, con sentido paterno, con se venía cumpliendo de parte de los Obispos, con condena, siempre, de esos delitos calificados como de los “más graves”, pero se reclamaba mayor y visible energía, y así lo impuso el Papa Ratzinger.
Había que poner freno, también, a las operaciones “non sanctas” en las actividades financieras del Vaticano, en lo cual Benedicto XVI tomó las medidas a su alcance hacia una plena purificación. En esto, como en el caso anterior, completaba los pasos iniciados por su predecesor. Como decisión transparente del Papa Ratzinger fue poner el control de esas finanzas bajo la veeduría ética de la Comunidad Europea que le dio, luego, calificación de saneamiento moral de los depósitos. Otro aspecto, además, de primera magnitud, que debió afrontar el papa fue el de evitar que hubiera personajes omnímodos en el Vaticano y colocarse en medio de corrientes que quisieran imponerse, ubicando a los más potentes en cargos de confianza, pero no absolutos, y llevando gente nueva, libre de parcialidades, a cargos destacados en la misma Curia Romana.
Motivos de salud y desgaste de los años ha sido lo principal para la renuncia del Papa, así lo confirmó su hermano mayor, sacerdote, pero, claro está, que sobre su humanidad menguada ha sentido el peso del deber de no dejar volver hacia atrás asuntos superados, y afrontar otros más de gran magnitud a la vista. Todo ello unido, es cuanto lo ha llevado a su decisión tomada ante el Señor. Pesó, también, sobre él sin duda, descubrir a través de cuanto se filtró en los llamados “vatileaks” o revelaciones de documentos secretos del Vaticano a la prensa, en donde aparecieron a la luz pública rivalidades no dimensionadas por él, entre sus inmediatos colaboradores, y que, al ser publicadas, adquirían inmensa gravedad. Allí aparecieron los rasgos de “hipocresía” de los que, con gran dolor hablaría a pocos días de anunciar su renuncia. El conjunto de circunstancias colocadas sobre la frágil salud, que ha mencionado Benedicto XVI como motivo de su renuncia, fueron un cúmulo de situaciones que reclamaban, también, “un Papa lleno de energías y sin las fatigas de la vejez”, como se ha escrito. (Continuará).
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*Presidentedel Tribunal Ecco. Nal.