Mérida | El Nuevo Siglo
Martes, 2 de Abril de 2024

Mérida es la capital de Yucatán, uno de los 32 estados federados de México. Es el centro de la población maya y cuenta con cerca de un millón de habitantes. Sus mayores exportaciones son: turbojets, turbopropulsores y otras turbinas de gas, artículos de joyería y sus partes de metal o enchapado preciosos y diamantes.

Cuando los españoles llegaron a Yucatán había unos 800 mil mayas en la península. Para comprender la historia e importancia de esta cultura es bueno comenzar con una visita al Gran Museo Maya de Mérida. Recomiendo sus guías con grado universitario y amplia experiencia. Nuestra guía nos sorprendió con la profundidad de sus conocimientos sobre historia, mitología, el idioma y las costumbres de sus ancestros. El montaje del museo, películas de apoyo y otras ayudas educativas son excelentes.

Circundan a Mérida 18 zonas arqueológicas, entre ellas: Chiche Itzá y Uxmal con pirámides, espacios para el juego sagrado de pelota y otras maravillas como, el castillo Kukulkan, la Casa de las Monjas, el Templo del Adivino. No deje de ir a Ek Balan, cercana del “pueblo mágico” de Valladolid, y Dzibilchaltúl, con su Templo de las Siete Muñecas donde durante el equinoccio, al entrar el sol por una de sus puertas, se ilumina toda la ciudad.

Ni hablar de la gastronomía de esta región, considerada por muchos como una de las más especiales de México, por la variedad y sofisticación de algunos de sus platillos. En Mérida encontramos la famosa cochinilla Pibil, bien adobada con achiote, naranja agria, cebolla morada, ajo y chile habanero. Cocinada por horas en hornos bajo tierra, sobre piedras calientes cubiertas con hojas de plátano. Una exquisitez que se disuelve en la boca. El “relleno negro con pavo”, ave que solía ser silvestre en Yucatán, cocinada con chiles negros tostados, condimentados con decenas de especies, inclusive chocolate, al estilo de un mole.  La sopa de lima, el queso relleno con carne de cerdo, pasas, aceitunas y chiles, los panuchos y, para picarse los labios, la longaniza de Valladolid servida con encurtido de cilantro, naranja agria y jitomates asados. Todo, naturalmente acompañado de tortillas y las pepitas de calabaza, trituradas y adobadas.

Las visitas para explorar y tomarse un baño en alguno de los cientos de “cenotes” de la península, pozos de agua fresca y cristalina localizados entre cuevas de piedra porosa, muchas cubiertos con estalagmitas, y conectadas entre sí, son unos de los momentos más agradables de esta aventura yucateca. Disfrutamos de unos muy especiales, los cenotes de Homun y los bellísimos de Mucuyche. Todos diferentes con una belleza exuberante en todo sentido.

Anduvimos por pueblos mágicos entre ellos Izamal, llamado “pueblo amarillo” pues todas sus casa están pintadas de amarillo profundo. Allí oímos de su historia, su riqueza cuando el “henequén”, fibra ampliamente sembrada y procesada en todo Yucatán, trajo gran riqueza a toda el área, hasta la llegada del plástico que la desbancó. Aquí se comen delicias como venado en salsa de almendras.

En Mérida, el tiempo no alcanza. No olviden dejar días para visitar la ciudad, el Paseo de Montejo, bordeado por las mansiones de los “Barones del Henequén”, los mercados artesanales, la arquitectura colonial y los magníficos restaurantes, entre ellos, Yerba Santa y Mercado 60, donde se termina bailando. “Mérida está padrísima”, como dicen los mexicanos.