La parábola de la tortuga
TRAS los desmanes de nuestra clase política, “falsos positivos”, “yo te elijo tú me eliges”, los fracasos de reforma de la justicia vía la ineptitud de Simoncito, la impune especulación con el arroz, primordial alimento popular, las chuzadas y los hacker de la pasada elección y un procurador tuerto del ojo derecho, viene una nueva elección para alcaldes, gobernadores, asambleas (que Uribe prometió acabar) y concejales. Lo que motivó que un amigo enviara por la Red la foto de un poste de los que se ven en el campo con una inesperada y sorprendente tortuga balanceándose en su ápice. Y advirtiéndome que esa era la parábola referida a las elecciones. Me dijo, observa esa tortuga trepada en el poste y notarás 1) No entiendes cómo llegó ahí. 2) No podrás creer que llegó ahí. 3) Sabrás que no ha podido llegar ahí solita. 4) Entenderás que no debería estar ahí. 5) Date por seguro que no hará nada útil mientras esté ahí. Entonces lo sensato sería ayudarla a bajar, y en las próximas elecciones procuremos que ningún otro animal se suba al poste.
Cuando una ONG de derechos humanos tipo Amnistía Internacional o HRW hace una evaluación de un país, si el país es serio como Suiza acusada en una ocasión por maltrato policial a un borrachito simplemente agradece la información, hace los correctivos, repara a la víctima y responde así a ese organismo cuya opinión acata la comunidad internacional que hace parte de la ONU. Si no es serio como la Cuba de los Castro, Argentina de Videla o Kirchner, o Venezuela bajo el chavismo o Chile bajo Pinochet, insultan a la Ong tildándola de comunista o de pro yanqui, según el caso. Y se pasan, la honesta y siempre objetiva información, por la faja. Colombia bajo Uribe hacía justo eso, ahora la tercera vía de Santos mejoró la formula. Responde que se trata por supuesto de una patraña de una Ong con siniestras ideas, y al día siguiente destituye a varios oficiales implicados en la denuncia. El otro asunto es que además de no haber fallos a fondo de los asesinos de tres mil jóvenes reclutados, disfrazados de guerrilleros y ejecutados por el Ejército para poder recibir así los tres millones ochocientos mil pesos que el anterior gobierno pagaba por cada cadáver, para un total aproximado de doce mil millones de pesos que se embolsillaron. Desde luego que el Dr. Uribe cuando muestra sus indudables logros contra la subversión no se ha tomado la molestia de restar esa satisfactoria cifra de entre ellos. Sin mencionar lo que costó a la nación el trasporte, reclutamiento, disfraz y ejecución de esos inocentes jóvenes que creían estar sirviendo a la patria. Es algo invalorable que no tiene precio, ni tiene corazón. Ni siquiera caparazón de tortuga balanceándose en un poste.