Juego de tronos
La Web ha desbordado la capacidad estatal, la capacidad administrativa de cualquier forma de gobierno. Por eso ahora sentimos a los gobernantes estadinenses, rusos, europeos o chinos como parroquianos, como localistas, en todo caso ya no como líderes “mundiales”. El mundo se comunicó, se hizo más complejo, y las medidas de un solo país para regular a los que navegan la red son vistas como una usurpación extraterritorial. La impotencia presidencial en Washington se percibe como una pelea de pueblo.
El motor de la historia, los medios de producción han sido como quien dice sustituidos por otra locomotora, los medios de comunicación. Marx se ha visto desplazado por Habermas. Las mayores fortunas ya no son industriales. Los obreros son una minoría de la fuerza laboral. Bill Gates es más importante en perspectiva que los presidentes de su país. Y no maneja ejércitos. El grupo de esos doscientos países que hoy constituyen el planeta son una ficción creciente ante la realidad de la Web. Semejan las decenas de feudos de la Edad Media obstinados en mantenerse en una autonomía ficticia, obsoleta, imposible. Hasta que los Estado-nación los subsumieron en países viables. Ahora de nuevo esos países deben buscar otra forma asociativa ante la nueva realidad de la red. Con un gobierno supranacional ya que la comunidad Web es mundial, sin fronteras ni aduanas. Por eso los gobernantes son percibidos como de una talla inferior por los ciudadanos cibernautas de hoy. Y por eso los héroes, los Robin Hood, son quienes se oponen al espionaje en la red. Al secretismo gubernamental, a la mentalidad secretista y policiva.
Esa actitud occidental corresponde a un concepto de hombre distinto al chino. Para nosotros la idea china de nación está representada en la anti-utopía de George Orwell, 1984. Que usa la comunicación para someter y no para liberar. En cambio en Occidente la comunicación masiva manipula pero no impide conocer otras realidades.
Hoy ningún país está a la altura de la revolución en la Web de los últimos veinte años. Están desbordados los límites territoriales. Los derechos de autor. El sentido de pertenencia. En fin, la gobernabilidad tal como se concebía hasta fines del siglo XX.
El inconsciente colectivo se vuelca hacia esa Edad Media con películas como Star Wars, Harry Potter, Juego de Tronos. Parece que de alguna forma adivina una similitud en la transición que nos aguarda. Un muchacho que puede en unos minutos ver el deshielo de Groenlandia, la sequía del lago Tchad en África, la destrucción de los páramos en Colombia, los millones de desechos acumulados en los mares como cementerios flotantes, simplemente se ríe cuando le dicen que el clima del mundo no está cambiando. O cuando los voceros de los intereses creados afirman que eso no es responsabilidad del capitalismo crudo.
En consecuencia el Estado queda “out” para las nuevas generaciones. Y como un Estado por definición es un consenso, se aproxima uno de los replanteamientos más profundos en las instituciones desde la última guerra mundial. Un nuevo Juego de Tronos.