Mario González Vargas | El Nuevo Siglo
Lunes, 27 de Julio de 2015

 “Silencio de defensores de derechos humanos”

SITUACIÓN DE VENEZUELA

¿Por qué callan?

 

LA  situación por la que atraviesa Venezuela no tiene parangón en su historia. Nunca había sufrido con igual gravedad los catastróficos padecimientos que engendra un mal gobierno. A los males ya conocidos, la quiebra del Estado, el desabastecimiento de productos básicos, las expropiaciones a dedo, la inseguridad rampante, el colapso del sistema de salud, la inflación galopante, la subordinación de la justicia a la voluntad del ejecutivo y la mordaza a los medios de comunicación, se suma ahora, en vísperas electorales, el encarcelamiento y la inhabilitación de los más destacados líderes opositores.

Todo ello constituye un sombrío catálogo de violaciones sistemáticas a los más fundamentales derechos humanos, que socava la legitimidad de las elecciones legislativas que se avecinan y que se despliega ante el inexplicable silencio de los gobiernos hemisféricos. Olvidadas quedaron las disposiciones de la Carta Democrática y, con ellas, las herramientas del sistema interamericano para defender y restablecer la democracia, allí donde fuere amenazada o sustituida por regímenes dictatoriales. Y todavía más grave aún, constatar la inacción de la Comisión Interamericana de Derechos Humanos, atemorizada por la retórica agresiva del régimen y seguramente paralizada por las afinidades  ideológicas de algunos de sus miembros con los postulados de la mal llamada revolución bolivariana.

Solamente la voz autorizada de 27 exjefes de Estado y de Gobierno de América Latina y España se ha escuchado para exigir del gobierno venezolano la realización de elecciones libres, justas e imparciales, con plenas garantías para las fuerzas políticas que en ellas participen, y con observación de misiones electorales de la OEA y de la Unión Europea que certifiquen su transparencia y verifiquen “que la tecnología usada en el proceso es inviolable”. Hasta hoy, es ésta una solicitud sin respuesta. Por el contrario, se observa un escalamiento del tono intimidatorio del gobierno con el que amenaza inhabilitar a más dirigentes opositores, o afectar la libertad de los mismos. En un desplante del mayor cinismo, tan solo se ha comprometido a invitar a Unasur a observar el certamen electoral.

Ante semejante panorama, extraña el silencio de las organizaciones que en Colombia se reclaman defensoras de derechos humanos, olvidando que éstos son exigibles universalmente, y que su desconocimiento debe ser condenado por todos, sin atención a la ideología que profesen los culpables de su violación. Procurar sanción en un país, pero a la vez prohijar la impunidad en otro, al vaivén de sus identidades ideológicas, es la mejor manera de enervar y dificultar el respeto debido a los derechos humanos y de absolver las violaciones de los derechos fundamentales del ser humano.