Escocia entre el SÍ y el NO
El 16 de septiembre los escoceses decidirán si continúan siendo parte del Reino Unido, o cortan definitivamente los lazos que los unen a Inglaterra, convirtiéndose así en una nación totalmente autónoma y soberana.
Esta ambición viene desde los comienzos de Escocia, pero el poder militar de Inglaterra, el fiero individualismo de los clanes escoceses, destructor de posibles alianzas, y las manipulaciones ejercidas desde Londres, impidieron siempre la realización de ese sueño.
En 1707, luego de una avasalladora derrota militar y política, Escocia se vio obligada a firmar el Tratado de Unión que fusionó el Parlamento escoces con el Parlamento inglés, con sede en Londres. Las dos naciones formarían una sola en condición de igualdad. Sin embargo, desde esa fecha, los escoceses se han sentido alejados del centro de poder político y económico, ajenos al gobierno de su territorio.
Muchos consideran que forman parte de una unión desigual, en la cual el poder ejercido desde Londres ha favorecido lo referente a Inglaterra sobre lo relativo a Escocia. No pocos se han sentido ciudadanos de segunda. La historia, lejos de unirlos, yo diría los separa, así sus casa reales se hayan entrelazado.
Recorriendo los caminos del país, bordeados de cardos morados, la flor nacional escocesa, es fácil descubrir cuán diferentes son estos dos países unidos en una isla. Comencemos por el idioma. En Escocia del este se habla dórico y en el oeste gálico, idiomas de origen celta que nada tienen que ver con el inglés. El inglés escoces es tan diferente al hablado en Inglaterra que es difícil de entender.
Las costumbres escocesas, en general, empezando por sus famosos kilts, las faldas de tartan tradicionales para los hombres, la literatura, las comidas, los deportes y la música, difieren radicalmente de las inglesas.
En 1934 los escoceses lograron establecer el Partido Nacional. En 1997, luego de un referendo, aprobaron la creación de un Parlamento independiente, con sede en Edimburgo, aunque con algunas restricciones.
Hoy, dueña del petróleo obtenido en sus costas del Mar del Norte, una gran riqueza en aguas y abundantes tierras disponibles (algo de lo que carece Inglaterra), Escocia goza de suficiente poder económico para obtener su independencia.
Sin embargo, según las encuestas el NO parece tener una pequeña ventaja sobre el SÍ de los que desean separarse. Muchos consideran que permanecer como Reino Unido garantiza una mejor posición económica. El esfuerzo y el costo de crear una nación, con moneda, economía y administración, totalmente autónoma parece ser superior al deseo de obtener la independencia. Pero el romanticismo, orgullo y el recuerdo de la fiereza de sus antepasados y sus promesas de independencia, jugarán un importante papel en la definición final.
Esta tierra de grandes pensadores y escritores como, el economista Adam Smith, Alexander Fleming y Alexander Graham Bell, descubridores de la penicilina y del teléfono, Walter C. Scott y Arthur Connan Doyle, tendrá que escoger con cabeza fría lo mejor para su futuro.
En caso de ganar el NO, Inglaterra deberá dar a Escocia todo el reconocimiento que realmente le corresponde. Gane el SÍ, o gane el NO, Escocia habrá ganado, pues su posición en la Unión se habrá valorizado.