MARÍA CLARA OSPINA | El Nuevo Siglo
Miércoles, 28 de Mayo de 2014

La ira ronda a Colombia

 

Esta campaña presidencial destapó uno de los grandes problemas que ronda al país, la ira. La hemos visto de una forma tan clara y tan descarada entre los candidatos, que a nadie le cabe duda que fue uno de sus motores importantes. Esa ira es el reflejo de un sentimiento generalizado que corroe al país, causado por la frustración constante del ciudadano común, cuando ve cómo lo traicionan, lo engañan, le mienten; cómo el dinero que paga de impuestos, se lo roban descarada e impunemente los corruptos; cómo hay desgobierno en la salud y en la educación, dos temas que lo afectan profundamente. Cómo las diferentes cortes y jueces se pelean y contradicen entre sí, haciendo de las leyes un sainete.

Cómo no sentir cólera cuando se presencia la destrucción de nuestros bosques y ríos, de nuestra fauna, de nuestro patrimonio natural; cuando se ven horrores como la cloaca del río Bogotá y se calcula cuánto dinero han botado en estudios para limpiarlo.

Son grandes frustraciones; como llegar a un hospital y esperar horas en ser atendido, o ver morir un paciente por mala atención, o por falta de implementos. O cuando una aseguradora niega una medicina indispensable. Cuando no alcanzan los cupos escolares para todos los niños y los maestros tienen que hacer huelga para que les paguen. Cuando se firman tratados de comercio, sin blindar la protección de los productos colombianos y entonces los campesinos y sus familias pasan hambre.

La impunidad es un fermento de la ira. Porque nada enfurece más a los millones de familias afectadas por los crímenes de las Farc, que ver a jefes narcotraficantes, tan orondos en La Habana, pavoneándose como redentores, a punto de que se les perdonen sus crímenes sin que hayan, ni siquiera, pedido perdón.

La rabia crece en un país donde la vida diaria es cada vez más difícil, donde para llegar al trabajo o regresar al hogar, se demora uno dos o más horas, en un bus atestado de gente, donde es sometido a manoseo y quizá robo. Donde para la menor diligencia hay que hacer miles de trámites y papeles, donde la reclamación de una pensión puede demorar años. Donde los ciudadanos son maltratados por los empleados públicos, y los empleados públicos son maltratados por los frustrados ciudadanos.

El nivel de agresividad e ira es tangible. Recientemente lo vimos en el atroz caso del habitante de la calle, quemado vivo, en Bogotá y en el impensable  comentario de un joven, cuando ocurrió el profundamente lamentable incendio de un bus, donde viajaban muchos niños y murieron 32, en Fundación, Magdalena: “Tan cara que está la gasolina y desperdiciarla en 32 costeños”; la respuesta de la ciudadanía a este estúpido ha sido un llamado a lincharlo; ¡un mundo envenenado de odio!

Sin duda, la mayor causa de tanta ira, son los cincuenta años de guerra vividos. Por eso la impunidad es inaceptable. Por eso la paz debe obtenerse sin premiar a los criminales. Perdonar pero castigar. La impunidad acrecentará el resentimiento y la ira, porque aumentará la sensación de traición que ya se vive.