MARÍA CLARA OSPINA | El Nuevo Siglo
Miércoles, 9 de Abril de 2014

¡Cero tolerancia!

 

Pido   cero tolerancia con los crímenes cometidos con ácido. Es lo que cada uno de nosotros debe demandar de las autoridades, legisladores,  medios, el Gobierno, en fin, de todo el que tenga poder para impedir, encontrar y castigar a los culpables de este crimen horrendo.

Cero tolerancia con quienes pretenden excusar estos crímenes, como locuras pasionales; con los jueces incapaces de encontrar la manera de “pudrir” en la cárcel a quienes los cometen; con las autoridades que se hacen las de la vista gorda y no actúan con celeridad y energía.

Hace unos días, Natalia Ponce de León, una joven de la sociedad bogotana, fue atacada con ácido, el cual le quemó el 37 por ciento de su cuerpo, inclusive su cara. El presidente Juan Manuel Santos ofreció 75 millones de pesos de recompensa y dio 74 horas al jefe de la policía para encontrar al miserable que cometió el crimen. Esta vez solo le tomó a la policía una semana dar con el paradero del presunto criminal.  

Ojalá se hubiera actuado con la misma eficiencia desde hace años, en los 926 casos,  de quemados con ácido ocurridos en los últimos diez años. Y estos son solo los casos conocidos. ¿Cuántos casos habrá sin denunciar por miedo a agresiones del mismo atacante, de sus familiares y amigos? ¿Cuántos?

Vergonzosamente, el 2 de enero de este año el Gobierno dejó vencer el plazo que tenía para reglamentar la ley referente a estos crímenes con ácido, sancionada por Santos el 2 de julio de 2013.  ¡Qué tal esa! Todos los que debían acelerar el paso de esta ley, no hicieron otra cosa que arrastrar los pies; ni siquiera se avanzó para establecer controles a la venta de ácido y sustancias derivadas, mucho menos en endurecer los castigos contra estos criminales.

No en vano estos crímenes han aumentado en Colombia, hasta el punto que ocupamos el aberrante primer lugar en el mundo por el número de crímenes de esta modalidad. Así es, somos el país donde más se comete este crimen, más que en Paquistán o Afganistán.  ¡Qué horror! Pero nada de esto es sorpresivo. En Colombia se vive la violencia a diario, media centuria de guerra, de sangre, de secuestros, bombas, crímenes atroces, nos ha convertido en violentos. ¿A quién no ha afectado esta guerra? Se respira odio  y miedo en todas partes, hasta en los colegios. El matoneo es endémico, los estudiantes van armados a clase. Es igual en las calles, la muerte acecha cuando uno toma un taxi, contesta un celular, sale a caminar. La impunidad es rampante, pocos pagan por sus crímenes.

Urgen campañas de civismo, de reeducación a una nación herida, dolida. Volver a los valores que hacían de Colombia un país de gentes amables. Hoy estamos dolorosamente  dividido  por años de guerra que, como un  ácido, nos corroe.

Hoy podemos unirnos al declarar ¡cero tolerancia! con los monstruos que atacan con ácido. Ese puede ser un comienzo de unidad. Una declaración contra la impunidad. Cada persona quemada con ácido es un pedazo de Colombia desfigurado.