Elecciones plagadas de “fenómenos”
En las recientes elecciones parlamentarias sucedieron varios “fenómenos” que dejan a la democracia colombiana muy mal parada.
Comencemos por el más grave; sucede que, desde el primer boletín de la Registraduría, el partido Centro Democrático venía punteando en curules para el Senado de la Republica. Todos lo oímos y vimos, por todos los canales de radio y televisión, y nadie lo puede negar. El partido del expresidente Álvaro Uribe tenía en el Senado una amplia mayoría sobre los otros. De pronto, hacia las 11 de la noche (algunos dicen que después de un apagón en la Costa), los números cambiaron y, de un momento a otro, fue el Partido de la U (partido del Presidente Santos), el cual hasta ese momento se disputaba un segundo puesto con el Partido Conservador, el que tomó rápidamente la delantera.
Yo me rehúso a creer eso que tantos están asegurando: ¡fraude! Fraude, tan sencillo de ver como el cometido en las últimas elecciones de Venezuela. Como ya dije, me rehúso a creer semejante engendro. Para mí fue un fenómeno extraño, indudablemente algo extraño, muy extraño, pues, aparentemente no aparecen votos por el Centro Democrático en 9 mil mesas, según dice el expresidente Uribe. Esto no huele bien. Pero parece que lo van a barrer debajo del tapete.
Otro fenómeno increíble es que en los departamentos de Córdoba, Sucre y Atlántico, donde solo reside el 9 por ciento de la población, se haya elegido el 26 por ciento del Senado de la Republica. Pero más sorpresivo aún es esa aceptación generalizada, de los medios y los ciudadanos, que solo aciertan a decir ¿Qué le vamos a hacer? Si en la Costa es tradicional la compra de votos.
Lamentablemente, estoy de acuerdo con Antonio Caballero, quien escribe en su columna de Semana: “Si el protagonista fue el pueblo colombiano, la suya fue una actuación lamentable; se vendió, se dejo comprar”.
Otro verdadero fenómeno es que, en los dos cupos de las negritudes hayan sido electos dos blancos. ¿Qué pasó aquí? Colombia tiene negros brillantes, líderes de sus comunidades, bien preparados y “pilosos”, ¿cómo se dejaron usurpar su derecho?
Pero ahí no paran los fenómenos ocurridos en estas elecciones. Verdaderamente aberrante es el hecho de la altísima cantidad de votos anulados, cerca de los 2 millones. Unos por haber quedado mal marcados, otros por no haber sido marcados y otras estupideces. ¿Falta de información, mala diagramación del tarjetón? Aquí estoy de acuerdo con lo dicho por Poncho Rentería, en El Tiempo, y como él, propongo darle “El Premio Nobel de Ineptitud” a la Registraduría, la cual no ha hecho otra cosa que crear confusión.
Un fenómeno que quedó muy claro es que el voto “amarrado”, controlado por caciques políticos y gamonales, aún supera al voto libre, de opinión.
No, no creo en el triunfo de la democracia en estas elecciones. La inmensa abstención, cerca del 60 por ciento, y los fenómenos antes mencionados hacen de estas elecciones un ejercicio democrático fallido, en palabras más modernas ¡un despelote!